Aún hoy en Italia no se puede nombrar el nombre Mario Praz (Roma, 1886-1982),- uno de los connoisseurs más destacados del siglo XX-, sin que te miren mal. Su nombre va asociado a la mala fortuna y suele acompañarse con los adjetivos del innombrable, el maligno o il jettatore que en italiano significa gafe ¿De dónde venía esta mala fama?. Quizás por su aspecto siniestro, con cara de gremlin, o por haberse dedicado a temas relacionados con la carne, la muerte y la literatura romántica o por haber sido una de las únicas personas del mundo que sufrió un accidente de góndola en Venecia. Chi lo sà…El propio profesor alimentó esta aura de mal fario que le acompañó toda su vida y cuando alguien le daba la noticia de algún conocido que había sufrido algún percance o perecido solía decir: visto quanto sono stato bravo? Aunque Luchino Visconti se inspiró en Praz para caracterizar al viejo profesor en Confesiones (1974), Burt Lancaster era su antítesis estética. Praz vivía en el palacio Ricci de Via Giulia donde hoy hay un museo que alberga su colección y la memoria del cual quedó grabada en su magnífica y enigmática autobiografía La casa de la vida. De hecho, es su vida explicada a través de cómo fue decorando su casa, tema que conocía bien y que desarrolló de manera general en La filosofia de l’arredamento.
Mario Praz fue un italiano de corte anglosajón. Su erudición y su capacidad de establecer analogías con el mundo literario y filosófico hacían de Praz un intelectual especial, alejado del mundanal ruido (quizás por eso nutrió mejor que nadie su aureola de gafe) y del mundo mediático que tan bien utilizaron colegas suyos como Federico Zeri. La casa de la vida es un libro que debería ser de lectura obligatoria para los que nos dedicamos al anticuariado o al coleccionismo. Describe las estancias abigarradas de su casa llenas de muebles Imperio y Biedermeier y cuadros costumbristas y miniaturas, la historia de cómo compró cada obra para recrear un colección como un mundo comprimido y explica muy bien al coleccionista como un Dios menor que va creando su Universo a través de los objetos, de los muebles, las porcelanas, las ceras… Hoy vas a casa de tus amigos y parece que les hayan robado (los daños colaterales del minimalismo mal entendido son colosales) aunque a veces pienso que es mejor nada que cuadros malos y muebles de contendor. Hoy los muebles antiguos se venden vergonzosamente a precio de saldo y pronto serán más baratos que los de una multinacional sueca el nombre del cual ahora no recuerdo. No hay gusto por los muebles y por esto leer a Praz es de las pocas ventanas donde respirar aire fresco y encontrar citas como perlas: “ a menudo las cosas se convierten en algo más que cosas; mientras las personas se acostumbran a convertir un poco en cosas”. “l[:es]Aún hoy en Italia no se puede nombrar el nombre Mario Praz (Roma, 1886-1982),- uno de los connoisseurs más destacados del siglo XX-, sin que te miren mal. Su nombre va asociado a la mala fortuna y suele acompañarse con los adjetivos del innombrable, el maligno o il jettatore que en italiano significa gafe ¿De dónde venía esta mala fama?. Quizás por su aspecto siniestro, con cara de gremlin, o por haberse dedicado a temas relacionados con la carne, la muerte y la literatura romántica o por haber sido una de las únicas personas del mundo que sufrió un accidente de góndola en Venecia. Chi lo sà…El propio profesor alimentó esta aura de mal fario que le acompañó toda su vida y cuando alguien le daba la noticia de algún conocido que había sufrido algún percance o perecido solía decir: visto quanto sono stato bravo? Aunque Luchino Visconti se inspiró en Praz para caracterizar al viejo profesor en Confesiones (1974), Burt Lancaster era su antítesis estética. Praz vivía en el palacio Ricci de Via Giulia donde hoy hay un museo que alberga su colección y la memoria del cual quedó grabada en su magnífica y enigmática autobiografía La casa de la vida. De hecho, es su vida explicada a través de cómo fue decorando su casa, tema que conocía bien y que desarrolló de manera general en La filosofia de l’arredamento.
Mario Praz fue un italiano de corte anglosajón. Su erudición y su capacidad de establecer analogías con el mundo literario y filosófico hacían de Praz un intelectual especial, alejado del mundanal ruido (quizás por eso nutrió mejor que nadie su aureola de gafe) y del mundo mediático que tan bien utilizaron colegas suyos como Federico Zeri. La casa de la vida es un libro que debería ser de lectura obligatoria para los que nos dedicamos al anticuariado o al coleccionismo. Describe las estancias abigarradas de su casa llenas de muebles Imperio y Biedermeier y cuadros costumbristas y miniaturas, la historia de cómo compró cada obra para recrear un colección como un mundo comprimido y explica muy bien al coleccionista como un Dios menor que va creando su Universo a través de los objetos, de los muebles, las porcelanas, las ceras… Hoy vas a casa de tus amigos y parece que les hayan robado (los daños colaterales del minimalismo mal entendido son colosales) aunque a veces pienso que es mejor nada que cuadros malos y muebles de contendor. Hoy los muebles antiguos se venden vergonzosamente a precio de saldo y pronto serán más baratos que los de una multinacional sueca el nombre del cual ahora no recuerdo. No hay gusto por los muebles y por esto leer a Praz es de las pocas ventanas donde respirar aire fresco y encontrar citas como perlas: “ a menudo las cosas se convierten en algo más que cosas; mientras las personas se acostumbran a convertir un poco en cosas”. “l[:en]Aún hoy en Italia no se puede nombrar el nombre Mario Praz (Roma, 1886-1982),- uno de los connoisseurs más destacados del siglo XX-, sin que te miren mal. Su nombre va asociado a la mala fortuna y suele acompañarse con los adjetivos del innombrable, el maligno o il jettatore que en italiano significa gafe ¿De dónde venía esta mala fama?. Quizás por su aspecto siniestro, con cara de gremlin, o por haberse dedicado a temas relacionados con la carne, la muerte y la literatura romántica o por haber sido una de las únicas personas del mundo que sufrió un accidente de góndola en Venecia. Chi lo sà…El propio profesor alimentó esta aura de mal fario que le acompañó toda su vida y cuando alguien le daba la noticia de algún conocido que había sufrido algún percance o perecido solía decir: visto quanto sono stato bravo? Aunque Luchino Visconti se inspiró en Praz para caracterizar al viejo profesor en Confesiones (1974), Burt Lancaster era su antítesis estética. Praz vivía en el palacio Ricci de Via Giulia donde hoy hay un museo que alberga su colección y la memoria del cual quedó grabada en su magnífica y enigmática autobiografía La casa de la vida. De hecho, es su vida explicada a través de cómo fue decorando su casa, tema que conocía bien y que desarrolló de manera general en La filosofia de l’arredamento.
Mario Praz fue un italiano de corte anglosajón. Su erudición y su capacidad de establecer analogías con el mundo literario y filosófico hacían de Praz un intelectual especial, alejado del mundanal ruido (quizás por eso nutrió mejor que nadie su aureola de gafe) y del mundo mediático que tan bien utilizaron colegas suyos como Federico Zeri. La casa de la vida es un libro que debería ser de lectura obligatoria para los que nos dedicamos al anticuariado o al coleccionismo. Describe las estancias abigarradas de su casa llenas de muebles Imperio y Biedermeier y cuadros costumbristas y miniaturas, la historia de cómo compró cada obra para recrear un colección como un mundo comprimido y explica muy bien al coleccionista como un Dios menor que va creando su Universo a través de los objetos, de los muebles, las porcelanas, las ceras… Hoy vas a casa de tus amigos y parece que les hayan robado (los daños colaterales del minimalismo mal entendido son colosales) aunque a veces pienso que es mejor nada que cuadros malos y muebles de contendor. Hoy los muebles antiguos se venden vergonzosamente a precio de saldo y pronto serán más baratos que los de una multinacional sueca el nombre del cual ahora no recuerdo. No hay gusto por los muebles y por esto leer a Praz es de las pocas ventanas donde respirar aire fresco y encontrar citas como perlas: “ a menudo las cosas se convierten en algo más que cosas; mientras las personas se acostumbran a convertir un poco en cosas”.