Lito Caramés | 4 de octubre 2022 | La Cueva de Zaratustra
La ciudad de París fue centro de atracción para artistas de muchas latitudes que buscaban en la capital francesa referencias culturales y mercados. Por su parte, Barcelona fue uno de los lugares desde donde se desplazaron pintores, escultores o diseñadores hacia la Ville Lumière, muchas veces en movimientos pendulares, de ida y vuelta. Ahora la Colnaghi Gallery, de Londres, brinda la oportunidad de conocer las relaciones que aproximaron esas dos ciudades entre 1860 y 1936. ¿Qué ofrecían los barrios de Montmartre o Montparnasse a los artistas?
Barcelona – Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity, Colnaghi Gallery.
…the works in this exhibition show how Paris, with the novelty of urban life and all of the desires that it aroused in consumer society, offered them themes and possibilities to develop as artists that were impossible to find in Barcelona. These include exhibitions, salons, galleries, dealers and collectors, i.e. the art market in the narrow sense, but also new forms of visual communication: illustrated magazines, the satirical and humorous press, posters,… (Jordi Falgàs, From Barcelona to Paris, from Montmartre to Montparnasse, at catalogue).
En este último trimestre de 2022, año que circula entre pandemias y guerras y relevos monárquicos, la veterana Colnaghi Gallery -la galería comercial de arte más antigua (1760)- ofrece al público londinense una exposición peculiar, alejada de los trabajos artísticos realizados en las islas británicas: Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity. Es un interesante muestrario de obras de artistas que residieron en la capital catalana y que produjeron sus creaciones artísticas a caballo de dos siglos, teniendo como referencia cultural la Ville Lumière.
Entre las últimas décadas de la centuria de 1800 y las primeras de la siguiente -también entre guerras, imperialismos y revoluciones culturales y artísticas- buena parte de las juventudes gravitaban entre la evanescencia perezosa y la rebeldía que los conminaba a romper con todas las convenciones sociales. Mocedades de la burguesía con inclinaciones artísticas que se debatían entre la seguridad “benestant” que les brindaba la vida familiar y los aires de modernidad, bohemios, que anhelaban para huir del control doméstico y de los academicismos. Aires frescos que sabían que encontrarían en la ciudad de París.
La Colnaghi Gallery presenta al público (en la muestra Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity) una atractiva selección de 50 obras de arte -pinturas, dibujos, esculturas- pertenecientes a 29 artistas que muy bien representan las generaciones que migraron de Barcelona a París. Entre los artistas se cuentan Anglada-Camarasa, Clavé, Sacharoff, Opisso, Clarà, Sunyer, Casas, Rusiñol, González, Nonell o Gargallo.
Esta interesante propuesta está organizada por la Colnaghi Gallery junto con las galerías barcelonesas Artur Ramon y Sala Parés, también las dos salas más antiguas de la capital catalana. Artur Ramon Art, fundada en el año 1911, sigue ofreciendo al público exposiciones temporales atractivas y diversas, así como sus trabajos de anticuario. Por lo que respecta a la Sala Parés, data de 1877, es la más antigua de España, y sigue en activo, como demuestra su portal web.
A comienzos de este mismo año hubo en la ciudad de Barcelona una exposición que, por título y contenido, se podría decir que fue el reverso de esta que ahora presenta Colnaghi: PARÍS BARCELONA. La visió femenina de la Belle Époque, la pintura de las mismas épocas y artistas vista a través de las modelos que posaron para las obras de los artistas que viajaron a París. Otro ángulo de visión interesante. Entre las modelos que posaron para las obras de aquella muestra se encontraban algunas mujeres que también se hayan ahora en la Colnaghi Gallery: Clo-cló o Júlia Peraire.
La Modernidad. Le Chat Noir – Els quatre Gats.
El origen de “El Quatre Gats” en Barcelona estuvo influido por “Le Chat Noir” de París. En ambas ciudades, la capital francesa y la ciudad condal, se produjeron sucesos históricos y geopolíticos que propiciaron la aparición de una generación de artistas e intelectuales que marcaron el rumbo de la vanguardia cultural. Los artistas de esa generación rechazaron los academicismos (…) Ellos marcaron el punto de partida de la renovación cultural en las dos ciudades. (Gabriel Pinós, 2019)
La capital francesa era, en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, un foco de atracción irresistible, así como la capital cultural de Occidente. Si las exposiciones universales que organizó París (entre otras, la de 1889, con su Tour Eiffel, la de 1900 -inaugurando el nuevo siglo- o la de 1937, donde se pudo visitar el famoso Pabellón de la República Española) fueron imanes y espejos para su desarrollo y promoción, algo similar aconteció en Barcelona con la Exposición de 1888, promovida por el empresario Serrano de Casanova. Ese evento abrió la ciudad al mundo, promovió la construcción de nuevos barrios ortogonales, ornados con edificios de estética modernista (Art nouveau o Modern Style), o introdujo la corriente del japonismo, moda que ya inundaba Europa. Muchos de los artistas que ahora tienen algunas de sus creaciones en la muestra Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity comenzaron su “viaje hacia la Modernidad” precisamente a partir de ese momento.
Las estancias de jóvenes de ambos sexos, que buscaban sus referencias artísticas y culturales en París, eran casi obligatorias. En la mayoría de los casos se trataba de viajes de pocos años, años de aprendizaje en alguna academia, de residencias en barrios donde la vida era barata, lo que favorecía la bohemia. Las varias generaciones de artistas que viajaron a París a finales del XIX se instalaron principalmente en Montmartre, un pueblo en las afueras (norte de París) donde los alquileres eran más accesibles que dentro de las murallas de la gran urbe. Ya a comienzos de la nueva centuria, la nueva generación (Picasso o Modigliani, entre muchos otros), se fueron hacia Montparnasse. A estas periferias de París viajaba la juventud de cualquier latitud europea o de otros continentes. Posteriormente, la mayoría de los artistas presentados en la exposición que se reseña en estos parágrafos se instalaban definitivamente en Barcelona y en otras muchas ciudades.
Como bien explica también Jordi Falgàs en el catálogo de Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity, el local parisino Le Chat Noir, fue el modelo para la aparición en la ciudad vieja de Barcelona de la taberna Els Quatre Gats. Este establecimiento hotelero, propiedad de Pere Romeu (todo un personaje, también promotor deportivo) y promocionado por los pintores Rusiñol, Casas, Utrillo y Mir, estuvo abierto seis años -entre 1897 y 1903- y fue el gran polo de atracción para los artistas noveles y uno de los focos del Modernismo. El local estaba presidido por una obra de Ramon Casas de gran tamaño, canto a la vida moderna. Entre otras actividades aquel grupo de jóvenes y entusiastas artistas publicaron 15 números de la revista homónima: Quatre Gats.
Por Els Quatre Gats pasaron o tomaron como lugar de referencia mucha de la juventud que iba o venía de París, desde Rusiñol y Casas como grandes referentes, pasando por Picasso (que expuso en ese local por primera vez con 17 años y realizó el cartel usado el la portada del menú del establecimiento), Casagemas, Gosé o Utrillo. También eran asiduos de ese local arquitectos como Antoni Gaudí.
La Modernidad. Escultores: Gargallo, Clarà, González
In staging this third exhibition in collaboration with Sala Parés and Artur Ramon, we are seeking to reconstruct the local Spanish art scene at the turn of the 20th century in Paris. Many of these artists are relatively unknown to the rest of the world, and we hope that this exhibition will help bring them to wider public recognition and restore the prestige of arguably one of the best schools of painting in Europe. (Jorge Coll, propietario y director de Colnaghi Gallery, 2022).
Entre las obras presentadas al público británico en la atractiva muestra Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity sobresalen algunas esculturas salidas de la creación de algunos de los grandes escultores españoles de la primera mitad del siglo XX. La atracción que la villa de París ejercía sobre la juventud con inquietudes artísticas afectaba por igual a los futuros practicantes de cualquiera de las manifestaciones plásticas. Fue el caso de Josep Clarà, un artista que apostó por el Noucentisme y por el regreso al clasicismo. Coherentemente, fue seguidor de las propuestas de Aristide Maillol (autor de la famosa Mediterrània y uno de los grandes escultores franceses) y amigo de la bailarina Isadora Duncan, con quien compartía su gusto por la cultura y arte de la Grecia antigua.
Casos diferentes -lo que evidencia la riqueza de obras expuestas en Colnaghi- son los de los escultores Pablo Gargallo y Julio González, que fueron buenos amigos. Gargallo evoluciona del clasicismo a un trabajo en hierro y otros metales caracterizado por la introducción del vacío en sus obras. A través de la no-materia consigue establecer un dinámico diálogo entre los volúmenes, los propios materiales en sí y aquellas partes importantes de los cuerpos definidos por la vacuidad. Tales capacidades son fácilmente apreciables en piezas de esta exposición, así como en su obra más conocida: El Profeta.
Julio González está representado también por varias obras en las salas de Colnaghi, entre dibujos y esculturas. Se puede decir que González está en la nómina de las personas creadoras de la escultura moderna. Actualmente una muestra temporal presenta en la Fundación Mapfre el proceso que siguieron González y Picasso para desmaterializar y lograr la abstracción en la escultura del siglo XX. González presentó en el Pabellón de la Segunda República (París, 1937) una de sus obras más emblemáticas, y una de las que mejor representaba el dolor de la Guerra Civil Española: Montserrat, campesina llena de coraje, con una hoz y portando un hijo en brazos como si fuese un escudo contra los enemigos. Afortunadamente, en Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity se presenta una creación de esa serie: Petite Montserrat.
La modernidad. Pintura y dibujo
La mayoría de las obras presentadas en la muestra Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity fueron creadas con óleos, pasteles o lápices. Y los nombres de sus autores y autoras muy conocidos. En las líneas que siguen solamente se mencionarán algunos, a modo de ejemplo.
De la calidad artística y de la integración en la vida parisina habla la pintura de Santiago Rusiñol, Erik Satie Playing the Harmonium (1891), a quien dibujó y pintó en varias ocasiones. Rusiñol fue un pintor especializado en paisajes (Jardines de España) y un escritor prolífico. El músico Satie vivió también en Montmartre y allí fue amigo de los artistas bohemios de finales del siglo XIX y cliente de Le Chat Noir. También fue inmortalizado por Suzanne Valadon, primero modelo para muchos artistas y luego gran pintora.
Sorprende encontrar, entre artistas hispanos, el nombre de Olga Sacharoff. Sacharoff (1889-1967) es un buen ejemplo de las relaciones entre Barcelona y París. De origen georgiano, la pintora se instala en París y, huyendo de la Gran Guerra acaba viviendo en Barcelona el resto de sus días. Aquí se integró en los círculos artísticos locales (algunos críticos afirman que es la responsable de introducir el cubismo en esta ciudad). Su pintura evoluciona hacia una figuración primitivista y naïf. Las dos pinturas de esta artista presentes en Barcelona–Paris, 1860–1936 son de los años 1915 y 1916, período en el que apuesta por estéticas próximas al cubismo.
Para terminar el breve recorrido por algunos artistas y obras de la muestra Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity, es necesario nombrar a Ramon Casas, posiblemente la persona que mejor representa las artes plásticas del Modernismo en Cataluña. Casas pasó largas temporadas en París -junto a su amigo Rusiñol- para, posteriormente, instalarse en Barcelona de manera definitiva. Acomodado a una vida burguesa, y llevado por sus cualidades para el dibujo y la pintura, practica todos los géneros pictóricos y acabará siendo un gran cartelista. Las pinturas de Casas que ahora presenta Colnaghi Gallery corresponden a sus períodos parisinos, como demuestran dos de los títulos de las mismas: La Parisienne: en una la modelo es Clo-Cló y en la otra su musa y esposa, Júlia Peraire. En 2016 se celebró el Año Ramon Casas con estudios y exhaustivas exposiciones sobre sus creaciones.
En la muestra Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity faltan mujeres creadoras. Solamente se exhiben dos pinturas de Olga Sacharoff. Pintoras de Barcelona que fueron a formarse a París también hubo. Un ejemplo es Luisa Vidal (1876-1918), importante pintora del Modernismo. Para criticarla sus coetáneos decían que sus trazos eran demasiado duros (¿por que no pintaba flores?), o que “pintaba como un hombre”. Posteriormente falsificaron sus obras y algunas fueron vendidas como pinturas de Rusiñol o Casas.
A finales de este año de 2022 la pandemia de Covid-19 remite frente a contiendas bélicas que se empeñan en persistir. Pandemias las padeció la humanidad siempre, a lo largo de los siglos. Y el arte floreció y sobrevivió a todas esas circunstancias. El Arte es necesario para vivir. La exposición Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity es un buen ejemplo de tal afirmación.
- EXPOSICIÓN: Barcelona–Paris, 1860–1936: A Journey To Modernity
- Colnaghi Gallery, London
- hasta el 18 de noviembre de 2022