Felip Vivanco | La Vanguardia
20 de abril de 2022
Artur Ramon reúne a artistas de cinco siglos inspirados en la magia de los escenarios y su trastienda
Durante siglos el arte ha alimentado al teatro de una chispa y una originalidad que ha ensalzado la dramaturgia con vestuarios futuristas, máscaras coloridas y escenografías de rompe y rasga, que han quedado para la historia, como una exposición tan viva como efímera. Picasso trabajó para los Ballets rusos y estampó su sello cubista, Joan Miró también lo hizo para los de Diaghilev y Oskar Schlemmer dejó su huella Bauhaus para el Ballet Triático en 1922.
Lo recuerda José A. Aristizábal, comisario de la muestra El món sencer és un teatre (El mundo entero es un teatro) que puede disfrutarse en la galería Artur Ramon, un espacio que siempre sorprende cuando organiza muestras temáticas. Hace año y medio escenificó una fiesta inacabable de ceramistas contemporáneos locales e internacionales con creaciones que rompían moldes. Otra más reciente tejía complicidades entre seis mujeres, todas artistas textiles, que creaban un paisaje en el que imaginación y trabajo manual se entendían la mar de bien.
Ahora y hasta el día 29, el telón y las tablas, las poleas y el atrezzo, los actores y las cantantes se presentan de otra manera, al desnudo, en la intimidad, en el silencio de los días o las horas que preceden a la función. La pintura, la escultura, el grabado y la fotografía comulgan a lo largo de cinco siglos y en aquellos momentos donde el público no está. La platea permanece vacía porque es la hora de ensayar o de desmaquillarse después de la función, los focos, el éxito o el fracaso.
La muestra de la galería de la calle Bailén presenta obras muy distintas engarzadas bajo el prisma de la comedia y del carnaval, del teatro de Shakespeare y de la Commedia dell’Arte. Por el escenario desfilan las ensoñaciones de Mariano Benlliure, Nicolau Raurich, Piranesi, Antoni Clavé, Ricard Urgell, Joan Ponç, Modest Cuixart, Frederic Amat o Mihail Moldoveanu, entre otros.
La exposición huye de la idea tradicional del artista que ilumina el escenario y emprende la dirección contraria, la del influjo de las bambalinas y los camerinos sobre los creadores, como la huella de los espectáculos de variedades en Toulouse-Lautrec; el circo y la danza en Degas o el disloque carnavalesco en James Ensor (al que Raurich rinde claro homenaje en su Fantasía de Carnaval de 1910 con sus texturas pastosas y tonos oscuros).
Pasión por las tablas
Los artistas, cada uno a su manera, reflejan el dramatismo de la experiencia teatral que sigue flotando mucho después de la función
Los artistas, cada uno a su manera, desde el ceramista anónimo de Alcora (Castelló) con su figura de un actor hasta las ensoñaciones con tinta y aguada de Eugenio Lucas Velázquez, reflejan el dramatismo de la experiencia teatral que sigue flotando mucho después de acabada la función. En esta de la galería Artur Ramon disfruta hasta el apuntador.
Una selección
De Piranesi a Frederic Amat
La admiración por el dramatismo y la atmósfera teatral han fascinado a artistas de todas épocas, disciplinas creativas y corrientes artísticas distintas. En la selección de la galería Artur Ramon destacan obras de creadores de cinco siglos distintos.
Modest Cuixart (1925-2007)
Arlequin au masque (1957)
Explorador de los ambientes oníricos que pasan de la pintura abstracta a la figurativa, Cuixart aborda una de las figuras clásicas del teatro, el arlequín, rodeado de nada, como divirtiendo a un público que tal vez no existe. “Los elementos compositivos como el sombrero y la máscara -apunta el comisario José A. Aristizábal- desvelan una compleja simbología disfrazada de una ingenuidad aparente.
Frederic Amat (1952)
Serie Godot
Frederic Amat ha nadado entre las dos aguas dibujadas por la pintura y la escenografía, que cultiva desde hace casi 40 años y que ha ligado su trayectoria artística al mundo de las tablas, igual que otros artistas como el sudafricano William Kentridge han explorado las posibilidades plásticas del teatro.
Nicolau Raurich (1871-1945)
Fantasía de Carnaval (ca. 1910)
En realidad, la fantasía del carnaval que da título al óleo de Raurich se ha acabado. Los disfraces y las máscaras yacen en el suelo, han perdido la magia y la vida y los actores y actrices que los llevaban enfundados hace un rato han regresado a la realidad sin maquillaje ni artificios. La fiesta se ha acabado, pero la magia aún late y el artista ha conseguido auscultarla.
Mihail Moldoveanu (1953)
Wings on rock (1998)
El actor, el escenario, la tensión y el tiempo que pasa. Las palabras que ascienden y se apagan. El trabajo del fotógrafo Mihail Moldoveanu, muchas veces ligado al concepto de cuaderno de viaje, de paisaje y a la arquitectura, tantea las posibilidades técnicas, las luces y el mundo onírico de las obras teatrales de Robert Wilson, de una plasticidad que la emparenta con el arte sin nombres ni apellidos ni etiquetas.
Leopold Samsó (1945)
Divina Comedia (2019)
Esta es una serie fotográfica fabulosa. Samsó inmortaliza al actor Albert Vidal que despliega todos sus máscaras para los cantos del Infierno de La Divina Comedia de Dante Alighieri. Las imágenes ofrecen una definición y una textura en las que los límites entre pintura, grabado y fotografía desaparecen.