Jardines, creaciones entre la Naturaleza y el Paraíso

Lito Caramés | 9 de junio 2022 | La Cueva de Zaratustra

La costumbre de diseñar y construir jardines se remonta a la antigüedad. ¿En cualquier geografía ha habido y hay tal deseo? ¿Qué mueve al ser humano a crear estos espacios a medio camino entre la naturaleza y las representaciones culturales? ¿La pretensión de emular espacios edénicos? ¿Ser jardinero ha sido un camino a la perfección? En la galería Artur Ramon hay una aportación a estos mundos paralelos.

La bellesa captiva. Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art. Galería Artur Ramon

El jardín es el lugar donde se consuma la reunificación de la naturaleza y la cultura, la pérdida de esa unidad original es la pérdida del jardín o paraíso (…) Salir del jardín es entrar en el tiempo, empezar a caminar en el plano de la historia. Y a lo largo de la historia hemos ido plantando jardines, eco y promesa del jardín donde no existía la muerte y que quisiéramos reconstruír. (José Ángel Valente. Elogio del calígrafo, 2002).

¿Siempre ha habido jardines? ¿En todos los continentes? Quizá tenga razón el poeta Valente al definir de esta manera aquellos espacios (privados o públicos) en los que el ser humano busca reproducir la Naturaleza de forma controlada y domesticada. Según Valente y muchas otras personas, el jardín -así en singular- que cualquiera puede diseñar y construir a partir de múltiples propuestas, ha sido la respuesta a la pretensión de reproducir el paraíso, el edén. Hay muchas culturas que dicen que “antes”, en un principio, la humanidad vivía en un lugar idílico donde todo era perfecto, la abundancia total y no se sabía lo que era el dolor. En las sociedades condicionadas por la omnipresencia de las esencias judeocristianas, la referencia fundacional es el Edén del que fueron expulsados Eva y Adán.

Detrás de estas alusiones bíblicas y/o mitológicas, ¿no habrá un deseo de volver al vientre materno? a ese lugar inocente, donde todo es perfecto, sin dolor, ¿sin preocupaciones? En cualquier manifestación artística y cultural abundan las creaciones donde se hace referencia a los jardines, al edén. Por ejemplo, a mediados del siglo XIX el escritor Emile Zola -para denunciar las malas prácticas de los sacerdotes y otros miembros de la Iglesia católica- escribe nada más y nada menos que la novela La Faute de l’abbé Mouret  novela en la que el cura se enamora de una feligresa y acaban consumando su relación carnal en un rincón de un bosque, un lugar de difícil acceso que para ellos pasó a ser su paraíso particular.

Por citar otro caso, Ridley Scott (1992) dirigió la película Conquest of Paradise, una reflexión histórica sobre la llegada de Colón y compañía al continente americano. Las nuevas tierras en las que las comunidades parecían no tener maldad, y la frondosa naturaleza hacía prever que allí estaba el tan extrañado Edén (para ayudar, la banda sonora es del recién fallecido Vangelis). También son abundantes las simbologías atribuidas al jardín. Como trabajo humano hecho con inteligencia y esmero, el jardín se asocia -en cualquier latitud y cultura- con la pretensión de recuperar etapas pasadas de felicidad, edénicas. Por eso el jardín siempre ha sido un espacio que se mueve entre lo profano (la disposición de plantas y flores, los parterres, las fuentes) y lo sagrado (los fines últimos de la elaboración). El Edén, el jardín de las Hespérides, … siempre lugares donde moran la belleza, la fertilidad (fuentes), el bienestar. Los famosos jardines colgantes de Babilonia tenían 7 niveles, al igual que los pisos que tenían los zigurats (templos); es decir, compartían la divinidad. Los jardines taoístas solo pueden ser construidos por sacerdotes. Jardines, entre la Naturaleza y el Paraíso, entre la poética y la mística: I és que’ls jardins són el paisatge posat en vers, (…) són versos vius, versos amb saba i amb aroma, como escribió Santiago Rusiñol.

Ahora, en los meses centrales de 2022, la reconocida galería de arte Artur Ramon presenta en sus salas la exposición La bellesa captiva. Passejant pel jardins d’Artur Ramon Art, precisamente un delicioso paseo por creaciones pictóricas y dibujos, piezas escultóricas y domésticas, en el que el jardín (e incluso la memoria del Edén) es el protagonista. El comisario de esta exposición es Ignacio Somovilla, una persona que lleva años especializándose en reflexiones sobre el mundo de los jardines. Es, por ejemplo, el director del ciclo de cine y jardín,  Paradís perdut, que tiene lugar en la Filmoteca de Catalunya desde hace nueve años.

Precisamente Artur Ramon programa estos meses esta muestra artística para que coincida con las proyecciones de Somovilla en la Filmoteca. Los jardines como lugares mágicos, refugios de los altibajos de la existencia cotidiana; jardines elaborados con las maderas que articulan los sueños. Ignacio Somovilla es una persona consecuente. Como su pasión son los jardines, realizó y publicó el libro El Jardín Escondido en el que ofrece un viaje mítico por los jardines de Barcelona. ¿De viaje? ¡Claro!: es dueño de la agencia de viajes Bomarzo (conocido jardín italiano), que -como se puede ver en su web- ofrece recorridos por jardines en cualquier punto geográfico.

Ya entrando en materia, y refiriéndose a ese paraíso que ha desaparecido, ese paraíso que (como dice Valente) es anterior y contrario al Tiempo y a la Historia, Somovilla ha elegido para la muestra La bellesa captiva dos obras de Luis Marsans. Uno de ellos se titula El Paradís, un cuadro en el que sorprende lo que en él se ve al lado del título que le da el autor. Sorprendente y no tan sorprendente. El cuadro muestra una puerta de hierro cerrada que da acceso a un recinto de altos muros; la puerta deja ver algunos árboles en el interior y vegetación varia. Pero la creación está hecha de tal manera que el pintor (y por lo tanto el observador) está fuera del paraíso. Aquí el paraíso -por tanto- es la promesa, es la antítesis de lo que hay afuera: paredes anodinas y una celosía metálica. Alcanza, por tanto, la condición de paraíso perdido (o prometido). ¿Qué es lo que Marsans sabe que hay detrás de esos muros? ¿Tal vez jardines míticos, tal la persona amada?

La belleza cautiva. En el mundo de las exposiciones de arte este es un título recurrente. El año pasado se presentó en el KBr Barcelona Photo Center de la Fundación Mapfre una selección de magníficos daguerrotipos, bajo el título La Mirada captiva. Muy interesante muestra de los primeros pasos de la fotografía. Y hace más años (2015), el MNAC trajo piezas del Museo del Prado a Montjuïc, bajo el reclamo de La Belleza Cautiva. Allí, entre obras de Bosco, Anguissola, Goya o Fortuny, por citar algunos autores, se pudo ver uno de los dos cuadros que pintó Velázquez cuando estuvo en Roma: Vista de los jardines de la Villa Medici, un cuadro fantástico que viene muy a cuento para la exposición de la que se habla en estas líneas. ¿Roma, la gran urbe barroca, también tenía sus jardines, sus réplicas del Edén?

Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art. Fortuny, Piranesi, Santilari. Bordados.

Of Mans First Disobedience, and the Fruit / Of that Forbidden Tree, whose mortal tast / Brought Death into the World, and all our woe, / With loss of Eden, till one greater Man / Restore us, and regain the blissful Seat, / Sing Heav’nly Muse, (…) I thence / Invoke thy aid to my adventrous Song, / That with no middle flight intends to soar / That with no middle flight intends to soar / Above th’ Aonian Mount, while it pursues / Things unattempted yet in Prose or Rhime. (J. Milton, Paradise Lost, book I, 1667).

Repasando las creaciones literarias que aluden a esa memoria mítica de lugares perdidos, de formas de vida idílicas que ya no están, una referencia clave es la obra del escritor inglés John Milton, Paradise Lost, un poema de miles de versos. Como puede deducirse del título de esta obra del siglo XVII -y puntal de la literatura en lengua inglesa-, domina la tristeza por tener la humanidad que abandonar ese lugar perfecto, fuera de las dimensiones que limitan absolutamente la vida de todos los seres en este planeta: Tiempo y Espacio. Muy diferente es la gran novela East of Eden, del autor estadounidense John Steinbeck (1952) y que luego se convirtió en una película del mismo nombre que alcanzó fama mundial. En este caso, Steinbeck lleva a la ficción la vida de dos familias californianas y los problemas que atraviesan: la presencia del mal en la humanidad. ¿Es ese mal una consecuencia de haber salido del Edén?

¿Qué se cocina en otras latitudes? Bien conocidos son (ahora también en Europa) los jardines japoneses, tan elaborados, tan bien diseñados. En estos jardines orientales cada elemento es un símbolo: la flor del cerezo, la fertilidad, el estanque, la vida, las piedras, las montañas… ¿Es también para ellos el recuerdo de otras realidades idílicas perdidas? ¿Y cuál es el propósito del budismo zen, incluso la monotonía creativa de rastrillar su karesansui, ese diminuto espacio ocupado solamente por arena y alguna piedra? Cuando meditan y dejan fluir el diminuto rastrillo por las arenas, dando a la situación de dos piedras el cambio radical de la estructura del mundo; cuando son capaces de proyectar todo su cuidado y la intención de las mínimas acciones, ¿qué logran? ¿Es el nirvana el paraíso encontrado?

Entre las muchas y variadas piezas que ahora son fáciles de ver en La bellesa captiva. Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art hay una vista del imaginativo artista Giambattista Piranesi, un grabado titulado Vedute delle cascatelle a Tivoli (1769). En Tivoli el emperador Adriano instaló su extraordinaria villa que siempre fue referencia obligada del clasicismo; una villa de rasgos míticos; para los ricos del norte de Europa que hacían el Gran Tour  era una visita obligada. Piranesi, antes de instalarse en Roma, estuvo en Venecia. En la ciudad de los canales hubo una época en la que se hacían ‘postales’ para los viajeros, y donde el vedutista más conocido, Canaletto, trabaja en el arte de vender bien su ciudad a base de falsear las perspectivas y los espacios urbanos. Piranesi hará lo mismo en Roma: dilatar profundidades, reducir el tamaño de las personas, claroscuros muy forzados; y también con Tivoli. Como ejemplo de la exageración de estos artistas, Goethe dice que cuando llegó a Roma (que la conoció por las vedute de Piranesi) quedó decepcionado: todo era mucho más pequeño de lo que había imaginado viendo los grabados. Hace dos años Artur Ramnon programó una muestra fantástica: Giambattista Piranesi-Humberto Rivas. Gravats i fotografies, juegos con el tiempo, juegos entre grabados y fotografías alusivas a los paisajes urbanos.

En otro orden de cosas, Somovilla eligió también dos diseños de Pere Santilari, gemelo de Josep, que trabajando juntos son capaces de superar cualquier virtuosismo de siglos pasados. Los dibujos representan orquídeas, de manera bastante simple; pero esos trabajos con varios lápices Faber Castell alcanzan la soberbia. En Artur Ramon ya se han programado varias exposiciones de los hermanos Santilari, entre ellas la maravilla titulada 7 pecats capitals amb Josep Santilari y Pere Santilari, o también Ficcions. Josep Santilari, Pere Santilari i les natures mortes del Segle d’Or. Parece imposible lograr a lápiz el virtuosismo del que es capaz Pere. ¿Pere Santilari es monje budista? ¿Existe en su perfección una forma de superar el Tiempo y el Espacio?, ¿para remitir al estado edénico?

También cabe mencionar un grabado, del autor de la Batalla de Tetuán, presentado oficialmente por el MNAC en 2013. En este caso se trata de un grabado denominado El Botànic, una pequeña joya. La tentación nacida en Europa de llevar especies vegetales de cualquier parte del mundo y crear lo que se conoce como jardines botánicos tenía una finalidad científica, lógicamente; pero, ¿había algún otro reclamo? ¿Recolectar tanta variedad botánica era un culto a la naturaleza, o la ilusión oculta de recrear el Edén se escondía en esas colecciones y diseños?

Frente a pinturas y esculturas alegóricas al concepto jardín y edén, Artur Ramon también ofrece otras piezas muy interesantes. Entre ellos una tela bordada, con la representación del Paraíso, de fabricación flamenca y fechada en el siglo XVII. En un área de casi 6 m2, los creadores de esta espléndida obra están representando todo tipo de animales, fuentes, árboles que se consideraba que vivían en armonía en el Edén.

Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art. Rusiñol, Meifren, Casas.

Fatto avea di la` mane e di qua sera / tal foce, e quasi tutto era la` bianco/ quello emisperio, e l’altra parte nera, / quando Beatrice in sul sinistro fianco / vidi rivolta e riguardar nel sole: / aquila si` non li s’affisse unquanco. / E si` come secondo raggio suole / uscir del primo e risalire in suso, / pur come pelegrin che tornar vuole, / cosi` de l’atto suo, per li occhi infuso / ne l’imagine mia, il mio si fece, / e fissi li occhi al sole oltre nostr’uso. / Molto e` licito la`, che qui non lece / a le nostre virtu`, merce’ del loco / fatto per proprio de l’umana spece. / Io nol soffersi molto, ne’ si` poco, / ch’io nol vedessi sfavillar dintorno, / com’ferro che bogliente esce del foco (Dante Alligheri. Divina Commedia, Paradiso, 1314).

Tampoco se libra de las referencias al paraíso (aunque en este caso alude a la beatífica morada eterna) de una de las obras literarias más singulares de la literatura europea: la Divina Commedia, de Dante Alligheri. Guiado por su musa, Beatrice, Dante hace un recorrido por los cielos, vislumbrando a los bienaventurados.

En la Europa medieval, en pleno feudalismo y de las sociedades agrarias, con una naturaleza exuberante que había que dominar y controlar, las pinturas —ya sagradas, ya profanas— no incluían la naturaleza en las escenas representadas. El peso de la tradición bizantina (fondos dorados o planos) no incluía la vegetación o la zoología como motivo a representar. No es casualidad (casualidad poco probable) que en los tiempos y lugares donde Dante escribió que caminaba por su edén particular, un pintor llamado Giotto di Bondone tuvo que enfrentarse al reto de realizar unos frescos en la basílica de Asís con escenas de la vida de Francesco, el fundador de la orden franciscana. ¿Cómo iba a pintar a Francesco con fondos dorados? El santo de Asís había estado acompañado de sus “hermanos”: árboles, animales; de la Naturaleza que tanto había amado. Y así, poco a poco, el paisaje (la naturaleza) fue apareciendo en la pintura europea. El Romanticismo es el que más insistirá en el tema.

Ahora en la muestra La bellesa captiva. Passejant pel jardins d’Artur Ramon Art está presente una pieza de Santiago Rusiñol, El Tajo, I (1898), un óleo digno de incluir en su libro Jardines de España. En 2017, el  Museu del Modernisme hizo el esfuerzo de presentar las pinturas que había realizado Rusiñol -jardín a jardín- por la geografía española. El propietario del Cau Ferrat también mira los jardines con un toque romántico, como dice en el prólogo de su libro: I és que’ls jardins són el paisatge posat en vers, i els versos escrits en plantes van escassejant por tot arreu, es que’ls jardins són versos vius, versos amb saba i amb aroma. Poco después (1900) escribe la obra de teatro  El El Jardí Abandonat. En ella, Rusiñol presenta el conflicto entre el artista y la sociedad, entre la poesía y la prosa, entre la espiritualidad y el materialismo. El Jardí Abandonat es la obra más claramente simbolista de Rusiñol, en la que el jardín representa el mundo ideal, el edén inmaterial, eterno.

El elenco de artistas presentes en La bellesa captiva. Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art es muy importante. Hay cuadros de Nonell, Meifrèn, Casas, entre otros. Y también hay una variedad de formatos y temas representativos. Una pieza muy sorprendente es Les Funàmbules, un reloj de mesa con música y autómatas que tiene hasta 14 movimientos diferentes. El fondo de la escena es un jardín.

Para finalizar el recorrido por las salas de Artur Ramon cabe destacar la presencia de la pieza de Subirachs, Plànol del Laberint. ¿Son los laberintos metáforas sobre las dificultades de los humanos para acercarse al paraíso prometido? ¿En medio del laberinto hay un edén? En muchas culturas se muestra la forma laberíntica. ¿Son las mandalas laberintos efímeros? Hace miles de años, los pueblos que habitaron Galicia dejaron constancia del valor de los laberintos en las piedras (petroglifos):  Labirinto de Mogor, por ejemplo. Que la gente se escondía en esas estructuras circulares, en las que es difícil entrar y de las que es difícil salir. Por otro lado, se acaba de inaugurarse en Galicia el Labirinto de Breoghan, un laberinto construido a partir de la plantación de 4.000 árboles, con formas curvas que recuerdan a los rasgos de las culturas celtas. La exposición La bellesa captiva. Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art es una atractiva oferta cultural; tal vez un buen lugar para perderse y hacer preguntas.

Lito Caramés

 

EXPOSICIÓN: La bellesa captiva. Passejant pels jardins d’Artur Ramon Art

Galería Artur Ramon

Hasta el 22 de julio de 2022.