Nicolau Raurich

Barcelona 1871 - Barcelona 1945

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Biografia

Raurich fue uno de los paisajistas más personales y distintos de la pintura española de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, y representante clave del postimpresionismo. Tras abandonar los negocios familiares, se centró en la formación artística, primero en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y después como discípulo de Eliseu Meifrén (1859–1940). Animado por los éxitos de 1892, participó en la Exposición del IV Centenario del Descubrimiento de Puerto Rico, en San Juan, con dos obras que le sirvieron para consolidarse en el panorama artístico internacional. A finales de 1894 se instaló en Roma, donde formó parte de la colonia de pintores españoles. Allí se especializó en retratar las Lagunas Pontinas, siguiendo la pintura de Enric Serra (1859-1918) y la estética romántica que entroncaba con la pintura centroeuropea. Precisamente, este tipo de obras —como Pantanos de Nemi (1896), Ruinas de Ninfa (1896) o Fangal (1897)— significaron la consagración definitiva del pintor a los certámenes oficiales. Premiado y reconocido, regresó a Barcelona definitivamente en marzo de 1898, y se centró en retratar paisajes catalanes. En ese momento, su estilo se transformó y abandonó el planteamiento neorromántico por el luminismo, con nuevas fórmulas pictóricas. Así, a partir de 1899, las Costas de Pineda, los empastes gruesos, el relieve y los colores agresivos se incorporaron a su obra como características principales. El interés por los valores de la materia pictórica se convirtió en la obsesión del artista, algo que la producción ya no abandonó nunca. La expresividad de los paisajes era el principal atractivo de esta nueva etapa de Raurich, en la que las visiones pirenaicas, las vistas de Sant Pol de Mar y los nocturnos de gran intensidad eran los temas recurrentes y los que mejor funcionaban en el mercado artístico catalán. Durante la primera década del siglo XX, logró sus principales premios y medallas (Madrid, París, Atenas, Barcelona) y siguió fiel a su estilo personal, que supuso una renovación de la pintura postimpresionista en España. Desde 1936 se recluyó en su casa-estudio, donde siguió pintando, alejado del circuito artístico local e internacional. Su obra se volvió decadente y, a veces, oscura. La materia tan bien construida en años anteriores fue diluyéndose, perdiendo así toda la personalidad. Murió en junio de 1945, aislado, enfermo y encerrado en su habitación.