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Biografia
Nacido en el seno de una familia numerosa de la burguesía barcelonesa, empezó la formación artística en la Escuela de Lonja, donde fue discípulo de Antoni Caba y Claudio Lorenzale. En 1882 viajó a Madrid para descubrir la pintura de los grandes maestros españoles en el Museo del Prado. Al año siguiente se trasladó a París, donde Jean-Léon Gérôme, uno de los artistas académicos más reconocidos, le facilitó el acceso a la Escuela Nacional de Bellas Artes. En la capital francesa coincidió con Ramon Casas, con quien compartió su primer viaje por España, fascinado en particular por las ciudades andaluzas de Sevilla y Granada.
Aunque Roma ya no formara parte del itinerario formativo de los artistas, Barrau soñaba con formarse según los cánones clásicos de la tradición. En 1884, con sólo veintiún años, obtuvo la beca Fortuny otorgada por el Ayuntamiento de Barcelona, lo que le permitió residir durante unos años en la Ciudad Eterna para estudiar a los maestros antiguos. Posteriormente pasó tres meses viajando por Marruecos, siguiendo las huellas de Mariano Fortuny, el verdadero mito artístico de su generación. En 1889 regresó a París, donde coincidió con Ignacio Zuloaga y otros artistas españoles allí instalados. Entre ellos, Barrau recibió sobre todo la influencia del catalán Francesc Miralles, retratista de la burguesía parisina.
El pintor alternaba su estancia en París con viajes diversos, aunque un destino recurrente era Olot, capital de la comarca de la Garrotxa, donde muchos pintores de esa época —de Vayreda a Rusiñol— pasaban temporadas para acercarse a la naturaleza. Progresivamente, Barrau se fue alejando de la temática historicista de sus primeras obras para desarrollar paisajes con figuras de naturalismo rural, inspirados por Jean-François Millet y relacionados con el realismo social de Dionís Baixeras.
En 1899 fue clave en la trayectoria pictórica de Barrau, cuando trasladó su residencia de París a Caldes d'Estrac (Barcelona). De la animada capital francesa al pequeño pueblo del Maresme, el cambio era notable. Sus obras reflejan el contraste entre los grisáceos cielos nubosos del norte y la vivacidad luminosa de la costa mediterránea. Sus marinas con figuras tienen una fuerte relación con las obras de Joaquín Sorolla, con quien comparte una intensa luz. Una obra ejemplar de esta época es El baño, pintada en Caldes d'Estrac en 1909 y adquirida por el Gobierno francés —en el Salón de la Société Nationale des Beaux-Arts— para el Museo de Luxemburgo (actualmente en Dakar, en el antiguo Palacio del Gobierno general de África Occidental Francesa).
Barrau mantuvo una dinámica actividad expositiva a lo largo de toda su vida: desde 1887 expuso regularmente en Barcelona, en la Sala Parés y en las Galerías Layetanas, así como en Madrid y París. Sin embargo, su objetivo era conseguir un gran reconocimiento internacional: así pues, siguiendo los pasos de Sorolla, empezó a viajar por América. En 1909 visitó Argentina, donde contactó con el promotor artístico José Artal, y a partir de entonces expuso en Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Sao Paulo y Nueva York. Además, participó de forma continua en los salones de París: antes de la Guerra de 1914, concurrió treinta veces, con un total de setenta y nueve obras, lo que le define como uno de los pintores catalanes más internacionales de la época.
En 1911, con una carrera artística asentada y un lenguaje personal bien definido, el pintor se trasladó definitivamente a Ibiza, cautivado por la luz, los colores y costumbres de la isla, en busca de la serenidad necesaria para continuar su obra.
Encuadrar la figura de Barrau en alguna corriente artística de su tiempo es ardua misión. A pesar de su inevitable vinculación con los artistas modernistas de la época, su pintura se asocia difícilmente a esta corriente artística, con la que él mismo marcó distancias. Amante del naturalismo sobrio y fiel al academicismo, Barrau se limitó a realizar innovaciones moderadas en círculos de arte más convencionales.