prazacatalunya | Lito Caramés
El inicio del segundo año de pandemia nos obliga a articular y mejorar tácticas para soportar el peso de un tiempo que se ralentiza; para resistir la tiranía de los espacios limitados a lo doméstico. Y ante una perspectiva tan compleja de resolver, la galería Artur Ramon ofrece al público la exposición L’enigma de la mirada, un paseo a través del tiempo, de las preguntas básicas. Toda una provocación. ¿Nos obligará la pandemia a observar las creaciones humanas más lentamente? ¿Las miradas abrigan preguntas enigmáticas?
L’enigma de la mirada. Artur Ramon
Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,
hay ojos que ríen -risa placentera,
hay ojos que lloran -con llanto de pena,
unos hacia adentro -otros hacia fuera.
(Miguel de Unamuno, 1932)
En este principio de 2021, segundo año de pandemia, épocas de epidemias virales; meses de cierre social, de negrura cultural. En esta perspectiva interior, doméstica y dura, las instituciones museísticas y culturales están articulando actividades con las que continuar su vida de proyección pública, rechazando la derrota. En este panorama que limita los ánimos y los proyectos, la galería Artur Ramon continúa programando exposiciones y actividades. En este caso, la exposición con la que celebran el inicio del año es L’enigma de la mirada, una propuesta heterogénea y múltiple, comisariada por José A. Aristizábal, fotógrafo y comisario de exposiciones de arte. Las piezas colgadas en la gran sala de la calle Bailén proceden de la colección de la propia galería. Artur Ramon es uno de los centros de arte privados más antiguos de Barcelona y uno de los más ricos en fondo. Las obras que ahora se presentan en L’enigma de la mirada comienzan cronológicamente en el siglo XVII y llegan hasta nuestros días, más de cuatrocientos años de arte. Y en lo que respecta a los géneros artísticos presentes, se pueden encontrar pinturas, dibujos, piezas escultóricas y fotografías, también realizadas con diversas técnicas de ejecución (óleo, temple, lápiz, blanco y negro, …). Una gran diversidad para intentar acercarse al universo de miradas. En cuanto se conozca (o se busque en el portal web de la galería) el fondo de Artur Ramon, queda claro que Aristizábal podría (y puede) presentar otra muestra diferente, tal es la cantidad de piezas que se pueden considerar desde una perspectiva tan particular como es la mirada.
Williams, Jason
Presentar una exposición como L’enigma de la mirada en medio del cierre social y la negrura cultural es un acto provocador. Mónica Ramon sabrá por qué. En tiempos de pandemia, algo que se cree que está enterrado en un pasado remoto de plagas y miserias que parecen remontarse a la época medieval, es fácil asumir que la realidad va a otra velocidad. Quizás los ritmos artísticos lleven, en las circunstancias actuales, al slow art, la forma de «comer» con lentitud los análisis de las creaciones humanas. ¿Será necesario releer la poesía como se hacía en la época de Petrarca? ¿Se apreciará sin prisas un cuadro terminado en 2019 como si se tratara de un fresco mural románico? (Así tiene que ser, por ejemplo, con las piezas de Santilari, sus extraordinarias vanitas son un complicado desafío en el tiempo).
La exposición presenta, en pacífica comunión, pinturas barrocas y fotografías del siglo XXI, diseños neoclásicos y esculturas contemporáneas. ¿Era la velocidad de la mirada (igual que la del transporte) la misma hace 300 años que ahora? ¿Podría ser entonces la apreciación de la existencia la misma que hoy, cuando la línea del horizonte siempre terminaba en la misma montaña? ¿Qué reflexión obliga a hacer tanto camino diacrónico? Si sólo preparar los pigmentos para pintar implicaba, hace centurias, horas y horas de trabajo, ¿cómo entender una mirada que nos espía desde una distancia de siglos?
Una de las piezas que sorprende ahora en las paredes de Artur Ramon es el cuadro Jason, de Anthony Williams, obra contemporánea realizada no al óleo sino al temple. La pintura representa el busto de un joven, con la cabeza perfectamente enmarcada en un rectángulo oscuro. El riguroso trabajo de composición (con la luz entrando por la izquierda) y la sutileza de colores imponen un gran realismo a la figura; incluso se diría que la piel es real, con venas y barba incluidas. Por otra parte, la figura no mira al espectador ni al pintor. La mirada baja, de reojo, la ceja tensa, hablan de un ser atormentado, de miradas introspectivas (¿doloridas?), que cargan la figura de dramatismo. Si por juego se dijera que la pintura es 1787, por decir una fecha arbitraria, ¿se aceptaría esa datación? Si se dijera que salió de la mano de un discípulo de Caravaggio, ¿sería creíble? ¿Otro juego dentro de esta exposición.
Smith. Portrait, 1910
El enigma de la mirada. Retrato, miradas, espejo.
Cualquier obra de arte es como una ventana abierta a la creación; existe en el encuadre de la ventana una especie de pantalla transparente, a través de la cual se perciben los objetos más o menos deformados, sufriendo cambios más o menos sensibles en sus líneas y en su color. Estos cambios corresponden a la naturaleza de la pantalla. No se tiene la creación exacta y real, sino la creación modificada por el medio a través del cual pasa la imagen. Vemos la creación en una obra a través de un hombre, un temperamento, una personalidad.
(Émile Zola, L’ecran, 1866)
Ofrecer al público una exposición de arte con este título, L’enigma de la mirada, es un acto provocador. La mirada al proceso creativo tiene una dimensión casi infinita. El mismo Zola, en su ensayo L’ecran, reflexiona sobre esta temática. Un papel, un bloque de piedra, un lienzo, tienen todas las posibilidades de concretar en ellos lo desconocido, lo nunca representado.
Circunscribiendo la búsqueda a la temática artística del retrato, que es el marco en el que se mueve esta exposición, ¿qué opción se puede suprimir? Ninguna. Hay tantas formas de retratar como obras realizadas. Solo pensar en hacer un retrato asaltan preguntas e interrogaciones sobre puntos de vista, sobre la objetividad y su opuesto, la mirada interior. ¿Cómo mira un pintor a la persona que le sirve de modelo? ¿Cómo se siente un hombre o una mujer del siglo XIX al ser retratado? ¿Cómo afronta el artista el vacío del lienzo? Y de todo esto, de las infinitas miradas cruzadas, ¿qué vemos ahora? ¿Somos capaces de adivinar la pantalla transparente de la que habla Zola? ¿Está la realidad artística del otro lado del espejo?
Clavé. Figura, 1947
Mirar es uno de los ejercicios más comunes que podamos hacer. Y por otra parte, es complejo. De los ojos sale una corriente mágica hacia alguna meta; una corriente que inmediatamente rebota de un lado a otro con su carga de información. ¿Cuánto dura esa acción? ¿Es instantáneo? ¿Y si Zenón de Elea tenía razón y la mirada nunca llega a su destino? La distancia entre el ojo y el objeto observado se divide en innumerables microespacios, imposibles de recorrer. ¿Cómo definir en ese caso la mirada? Siguiendo con el retrato, el fotógrafo Bill Brandt hizo muchos retratos a personas (al pintor Francis Bacon, por ejemplo). Y persiguiendo miradas terminó retratando solamente ojos. Ojos de artistas (Braque, Moore, Giacometti), de personas que ve más allá de las formas, de día y de la noche. ¿Sabía Brandt que esos artistas habían resuelto el acertijo? ¿Qué esos ojos recopilaron las cápsulas del tiempo? ¿Apostaron esos creadores a presentar nuevos desafíos a la Esfinge?
En la exposición L’enigma de la mirada también hay piezas que no miran; que se cierran sobre ellas mismas. Ismael Smith fue un artista medio catalán medio estadounidense muy prolífico y diverso. Como decía el crítico Raimon Casellas: Allò que les estatuetes d’Ismael Smith en tenien d’humorisme, de sàtira, de filosofia maliciosa, ja es veia reflectit en els ulls vivíssims i inquiets del jove autor català. Ahora en Artur Ramon hay una cabeza humana de yeso de Smith (Retrato, 1910) muy austera en su realización y de inspiración clásica. Y no mira a ningún lado. Los párpados inferiores y el ojo inexpresivo, pero no por eso el enigma de la mirada es menor. ¿Es un autorretrato del artista o en quién se inspiró para tal retrato? Esa fina figura, entre quijotesca y clásica, está hablando de monólogos, quizás de distancias, de esos horizontes que quedan retenidos en la recta y determinada línea de las cejas. Han pasado cuatro años desde que el MNAC dedicó una muy extensa antología (más de 400 obras) a este artista: Ismael Smith, La bellesa i els monstres. Ya entonces Smith pasó por un heterodoxo, repudiado por los novecentistas y obligado a marchar a EEUU.
En estos juegos hiperbólicos que provocan la visita de la exposición L’enigma de la mirada el visitante se encontrará frente a un cuadro que representa el retrato de una mujer, de escuela española, hacia el año 1800. Es un cuadro de gran calidad técnica, donde los vestidos hacen transparencias y sutilezas, en la línea de Goya. Una mujer sentada, medio cuerpo, y con una mirada franca y directa a quien la pinta, a quien la observa. En el rostro destacan los rasgos fuertes y esa mirada de grandes ojos negros que parecen desafiar a todo aquel que se atreva a mirar. De autor desconocido, todo parece indicar que es una mujer de buena posición social y libre (libre en los términos que podría serlo en aquellos tiempos). ¡Qué diferencia de mirada con los que representa Goya en su obra La Condesa de Chinchón, niña tímida!
Escola española. Retrato, c. 1800
Realidad, imagen, representación
El pintor no solo debe pintar lo que ve frente a él, sino también lo que ve en su interior. Si no ves nada dentro de ti, es mejor que dejes de pintar lo que ves frente a ti. (…) Cierre el ojo del cuerpo para que pueda ver primero la imagen con el ojo espiritual. A continuación, saca a relucir lo que has contemplado en la oscuridad, para que ejerza su efecto sobre los demás desde fuera hacia dentro.
(Caspar David Friedrich, pintor romántico. 1830)
Visitar ahora Artur Ramon Art es prestarse al viaje en el tiempo, dejarse llevar, de la mano de grandes creadores, por enigmáticos espacios corporales e inmateriales. Como ha escrito el pintor de espacios imposibles, el romántico de montañas infinitas, el pintor alemán de frailes acercándose al mar: la pintura es un ejercicio interno para que luego pueda ser externo. Mira adentro para encontrar algo afuera. ¿Cómo y qué miran estos creadores? ¿Era eso lo que pretendía Brandt cuando ponía la cámara delante de los ojos de grandes artistas?
Humberto Rivas. María, 1978
En el dibujo a tinta realizado por Antoni Clavé, Figura, de 1947, está presente la abstracción y el informalismo de esos años. En sus trazos negros, la figura sentada está poco más que empezada. Por otro lado, la cabeza fue más trabajada, revisada, hasta que terminó haciendo de esa cara un tormentoso montón de líneas y manchas. ¿Clavé pretendía perfilar sin cesar al personaje?, ¿o intentó ensañarse con esa mirada? ¿Cegar la figura, dejar claro que en aquellos años duros no se veía nada? Frente a esa mirada opaca, inexistente de la figura de Clavé, en L’enigma de la mirada, cuelgan dos fotografías, dos retratos, antitéticos. Las fotografías son de Humberto Rivas y la otra de Salvador del Carril, discípulo e hijo del primero. En ambas fotografías los rostros de las mujeres retratadas presentan miradas directas abiertas y tensas contra la cámara, es decir, contra quienes las observan. Son miradas francas e interrogativas, quizás provocadoras, que puede hacer quien contempla un cierto malestar. ¿Esas miradas preguntan? ¿Están dando información sobre sus estados de ánimo? Lo que está claro es que no se trata de personas con una mirada perdida e impotente. ¿Algo parecido a lo que hizo Richard Burton al final de la película de 1977 Equus de Sidney Lumet? Esa mirada a la cámara mientras transmite su mensaje durante muchos minutos; ¡Mirar la cámara que es mirar a tantos y tantos espectadores! ¡Mirar sin ver!
La pandemia es la metáfora de los tiempos; metáfora contra la carrera tecnológica de que un enemigo tan pequeño deja a la humanidad sin recursos. Las pandemias han existido en la antigüedad, la Edad Media, los tiempos modernos y más en los tiempos contemporáneos. Y el arte siempre ha respondido. El arte necesita vivir. Sucedió entonces y sucede ahora. Hoy se sabe que en los campos de exterminio nazis las personas allí encarceladas, en las condiciones más extremas, improvisaron puestas en escena y poemas como revulsivos y como «armas» para protegerse de la muerte que les podía sobrevenir en unas horas. La exposición L’enigma de la mirada es una propuesta muy atractiva para estos tiempos. Un ejercicio para olvidar vacunas y contagios, para viajar con la vista. Una invitación a reflexionar sobre los juegos en el espacio, las pretensiones humanas de comprender el tiempo.
Salvador del Carril. María Helguera