Warhol: venticinco años después

Celebramos el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Andy Warhol que murió con tan sólo cincuenta y siete años en una clínica de Nueva York.

Transcurrido un cuarto de siglo, hoy tenemos suficiente perspectiva para valorar su legado. ¿Qué representa Warhol para la cultura visual del siglo XX?. Mucho. Fue un transgresor que entendió que el arte es un negocio y rompió las reglas del juego hasta entonces establecidas. Para ello se valió de imágenes icónicas y conceptuales extraídas de la publicidad y de una técnica de reproducción rápida de tintas planas como es la serigrafía. En nuestra sociedad audiovisual, Warhol está en todas partes: en los anuncios, en el photoshop, en los reality televisivos, en las campañas electorales… Entendió como nadie que nuestra vida era como una programa de televisión y que todos tendríamos, al menos, quince minutos de fama. Y usó los medios de comunicación para explicar su tiempo. Podemos establecer una afinidad entre Andy Warhol y Truman Capote. Los dos se sirven de la realidad para crear su ficción sabiendo que la primera siempre supera a la segunda.

Ahora bien, ¿qué representa Warhol en la historia del arte?. Muy poco. No es alguien que recoja la tradición para decir algo nuevo, como hacen los grandes maestros del siglo XX: Picasso, Miró, Dalí, Pollock, De Kooning, Jasper Johns, Rothko … No, Warhol no sólo la ignora sino porqué la desmonta. Desmantela con la habilidad del mago, los valores con los que se apreciaba el arte hasta entonces, los parámetros esenciales: unicidad, técnica e iconografía. Desmonta el andamiaje del arte tradicional para relativizarlo todo y convertirlo en negocio, en dinero puro y duro. Es el único artista de la historia del arte que retrata a personajes que no ha conocido ya que no le interesa captar su alma sino vender su imagen.

¿Por qué gusta tanto Warhol?. Porque  es demasiado reconocible, demasiado fácil. Sus imágenes son tan sencillas como un spot publicitario. Un niño las puede reconocer tanto como un rico que compra arte para afirmarse delante de sus amigos y le gusta poder colgar en sus paredes cuadros que sepan lo que valen, cheques al portador: warhols como ferraris. Su mercado ha crecido exponencialmente arrastrado por la ola de la especulación. Hoy un Warhol vale doscientas veces más de lo que valía cuando murió.

Gracias a Warhol, hoy comparamos a Ferran Adrià con Dalí. Todo vale, todo es arte o todo no lo es. La relativización de los valores artísticos tan propia de este tiempo líquido e insustancial en el que vivimos tiene un padre y este no es otro que el hombre de peluca de platino, asexuado, con gafas de sol redondas y que vestía de negro y que respondía las preguntas de las entrevistas con monosílabos. El día de su sepelio también vestía de negro como siempre y trepaba una rosa roja entre sus dedos de piel albina: un cadáver pop.

Warhol, un hombre y un nombre, un marca o un genio que supo retratar como nadie el vacío de su tiempo y anticipó también el nuestro, el que vivimos.

 

Artur Ramon Navarro