“Cómo mirar un cuadro” es el título asignado a la actividad que en la galería Artur Ramon Art estamos programando semanalmente con el objetivo de profundizar nuestra mirada sobre alguna de las obras que integran la Exposición “La Edad de Oro de la pintura catalana”. El pasado jueves día 3 tuvimos el placer de comenzar esta serie de convocatorias con la presencia de Glòria Escala, experta en Isidre Nonell, que nos ayudó a comprender mejor su pieza “Cabeza de mujer”
Glòria Escala comenzó por situar al artista,su época y la evolución de su obra. Así, nos descubrió que Nonell fue un pintor inclasificable, que vivió a caballo entre el Modernismo y el Novencentismo, y que se caracterizaba por reivindicar la propia materialidad de la pintura. Escala nos recuerda las palabras del mismo Nonell al definir su trabajo: “Yo pinto y basta” Además, Nonell tenía cierta obsesión por reflejar en su obra la vida de los más miserables: mendigos, gitanas…, lo cual no era bien aceptado. De hecho, del 1900 al 1910 fue un artista muy incomprendido, pero en 1910 participa en una exposición que le hace merecedor del favor de la crítica. Tenía 37 años y murió al año siguiente.
Respecto al cuadro que nos ocupa, fue el abogado Ferran Benet quién lo adquirió y no se sabe de él hasta 1969, cuando la Sala Parés organiza una exposición con dibujos de Nonell y cuenta con la colaboración de la colección privada de Benet.
En cuanto a la modelo del cuadro, ese perfil de mujer parece corresponderse con el de alguien que posó para Nonell en más ocasiones, pero atribuyendo a los cuadros diferentes nombres femeninos. Por ello no se tiene plena seguridad de que fuese siempre la misma y quizá sólo hizo coincidir rasgos comunes de varias de sus modelos: un rostro algo clásico, de facciones perfectas pero frío. Nonell pinta mujeres gitanas hasta 1907 y a partir de ahí evoluciona hacia caras de piel más blanca. Pero en esta “Cabeza de mujer” de tez pálida también se ven rasgos de la tristeza con que impregnaba sus retratos de gitanas. Esta melancolía se ajustaba perfectamente a la quietud característica de sus retratos, en tanto en cuanto siempre plasmaba actitudes en reposo, sin actividad, sin hacer nada salvo posar.
“La planchadora”, “Madre e hijo (saltimbanquis)” y otras obras de la etapa rosa y azul de Picasso contienen figuras que adoptan la misma actitud que la “Cabeza de mujer” ¿Qué influencia tuvo entonces la obra de Nonell en Picasso y viceversa? Para empezar es lógico pensar que siendo coetáneos conociesen perfectamente la obra del otro, pero no coinciden en el espacio y el tiempo como para que veamos una clara vocación de imitar al otro. De hecho, Nonell tuvo éxito con sus dibujos en París mientras Picasso estaba en Barcelona y, precisamente cuando Picasso se traslada a la capital francesa “hereda” el estudio de Nonell. Al final, cada uno tiene su sello irrepetible
En referencia a su etapa en París cabe decir que no fue la más prolífica. Estuvo allí en dos ocasiones y se sabe poco de la misma, aunque conocemos su primera impresión negativa del impresionismo que acabó transformándose por una especial atracción por Tolousse-Lautrec, Monet, Renoir y Van Gogh. Lo cierto es que no es hasta su vuelta a Barcelona cuando “saca todo” lo que ha supuesto esta experiencia.
Nonell suele hacer composiciones en que las figuras parecen estar oprimidas por la propia superficie del cuadro. Usa fondos neutros, sin referencias espaciales y su objetivo principal es experimentar con el material del que se compone la pintura. En este sentido este cuadro incorpora sus toques característicos en la manera de componer: el rostro está hecho con pequeñas pinceladas precisas, el pelo con un trazo más pastoso y el vestido con una pincelada larga y sinuosa, sin orden parente.
En definitiva, “Cabeza de Mujer” es una de las obras más importantes de la etapa de madurez del pintor. Es una pieza que aglutina diversos momentos de su trayectoria artística, desde los tonos cálidos de su época de juventud con la “Colla del Safrà”, hasta ciertas cualidades de los retratos de gitanas. Sólo por eso ya vale la pena aproximarse y aprender a mirarlo.