Diego Velázquez es nuestro gran pintor del siglo XVII y Raimundo Lulio el gran sabio mallorquín del siglo XIII y parte del XIV. Está claro que uno no pudo retratar al otro al natural; pero pudo ser, es una hipótesis nada descabellada, que Velázquez se imaginara, siguiendo los cánones de su época, cómo pudo ser el porte de Llull. Hay un cuadro importante en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC) en el que se muestra a un posible Lulio vestido de negro, como todo el mundo en la Corte de los Austrias menores, un Llull, con pinta de humanista, muy distinto a aquel otro extraordinario retrato luliano de Anckermann. El cuadro del MNAC está, de momento, atribuido a Ribalta y se piensa que pudo ser pintado hacia 1620.
Se trata de una pintura que conoce muy bien Joan Yeguas, conservador del MNAC. Dicha obra ingresó en este centro en 1944 como pintada por Velázquez, y esa fue su autoría hasta 1947 año, nos comenta Yeguas, en el que «Joan Ainaud publicó un artículo donde plantea la posibilidad de Francisco Ribalta, pues en el anverso de la tela aparece un escudo con la iniciales DGH, identificado con don Gaspar de Haro, marqués del Carpio, y en un inventario de bienes de su familia aparece citado el pintor como autor de una pintura de Raimundo Lulio». Otra cuestión que han investigado los especialistas es si fue pintada por Ribalta padre (Francisco) o hijo (Juan). De modo que tenemos una primera atribución del cuadro que representa a Llull a Velázquez y una segunda atribución a Ribalta.
Pero la cosa no ha quedado ahí. El gran historiador del arte italiano Roberto Longhi (1890- 1970) defendió que la obra era de Velázquez y lo mismo hizo otro erudito en la materia, el alemán Mayer, toda una autoridad en la pintura del Siglo de Oro. La estela de Longhi y Mayer la ha seguido uno de los más importantes anticuarios de Barcelona y de nuestro país, Artur Ramon, quien nos indica que «la atribución a Ribalta no me parece sólida porqué Ribalta pinta de otra manera; tampoco sé si es Ramon Llull o no. Lo que me fascina es la manera suelta, la paleta de barro, el gusto en recrearse en los detalles que son propios del Velázquez sevillano». Para aclarar más el tema me pongo en contacto con Javier Portús, Jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del Museo de Prado y uno de los primeros expertos en Velázquez. Portús nos dice que el trazo, composición y ambiente del cuadro en el que se presenta Llull encaja con el mundo velazqueño, aunque eso no quiere decir que fuera pintado por el genio hispalense porque las formas estaban en la época.
El cuadro luliano figura como obra de Ribalta, pero la documentación o inventario en el que aparece es frágil y además Ribalta tenía pincelada distinta a la de Velázquez. Por otra parte, acaba de publicarse un artículo en Ars Magazine en el que el investigador José Redondo plantea que el Llull del cuadro no es de Ribalta, ni de Velázquez, sino del pintor toledano Luis Tristán,
el mejor discípulo que tuvo El Greco. Tristán en su etapa romana, señala Redondo, entró en contacto con los religiosos de la iglesia de San Lorenzo in Lucina cuya comunidad en parte bebía en las raíces lulianas.
UltimaHora | Jesús García Marín