Por Artur Ramon | miradorarts.com
Banksy, el enigmático artista urbano, ha publicado un vídeo donde se le ve realizando su última creación sobre el muro de la cárcel de Reading, en el sureste de Inglaterra.
Se ve a un presidiario bajando por una cuerda de sábanas que se transforma en una tira de papel, fijada en una máquina de escribir.
Parece una alusión clara al dramaturgo irlandés Oscar Wilde quien, entre 1895 y 1897, cumplió condena en esta misma prisión por actos homosexuales; experiencia que inspiró La balada de la cárcel de Reading, una de sus obras más representativas.
Pienso en Wilde y en Banksy, o al revés, mientras miro la miniserie Pretend It ‘s a City (Netflix), unas conversaciones entre la escritora Fran Lebowitz y el cineasta Martin Scorsese. Desde las primeras escenas, Lebowitz me recuerda a Wilde, la media melena leonina, la forma de vertir con abrigos oscuros. Y, cuando habla, su clarividencia de judía de Brooklyn se injerta con la mordacidad del genio irlandés.
Fran Lebowitz se ha hecho mundialmente conocida a través de estas charlas con su amigo Scorsese, pero hace muchos años que es un icono neoyorquino. Andy Warhol fue de los primeros en descubrirla, y la contrató como columnista de la famosa revista Interview. Su sección I Cover the Waterfront tuvo gran éxito, junto con su primer libro Metropolitan life (1978).
Amiga de la escritora Susan Sontag y del fotógrafo Mapplerthorpe, adicta a la vida nocturna y a la discoteca Studio 54, la vida de Lebowitz es una versión posmoderna del sueño americano. Abandonó a su familia judía practicante para trasladarse a Manhattan, donde trabajó de chofer, taxista y limpiadora hasta que entró en el showbusiness. Ha escrito poco, pero ha utilizado bien los medios audiovisuales, siendo habitual colaboradora del Late Night de David Letterman. Es una conferenciante habitual en Nueva York y en todo el país, donde sus intervenciones son siempre esperadas y celebradísima.
Me encanta lo que dice y cómo lo dice. En seis episodios de media hora, disecciona la ciudad de Nueva York con una lengua cortante como un cuchillo recién afilado y un cerebro estructurado como la mejor de las computadoras. Me fascina la libertad con la que habla de su ciudad y de lo que le huelga sin aplicar el arnés de lo políticamente correcto (hoy me sangra la lengua cuando me reúno con mi círculo familiar o de amistades).
Cada sentencia es una lección de vida. Pide a las nuevas generaciones que miren mientras pasean, que dejen los dispositivos tecnológicos y lean y, sobre todo, que no den nada por sabido, que se lo replanteen todo. No encuentro a nadie de nuestro panorama cultural que le llegue a la suela del zapato.
Una mujer maravillosa llena de sentido común que es el menos común de los sentidos. Scorsese le ha dado luz a través de este documental y de Public Speaking (HBO), e incluso le ha dado el papel de juez en el filme El lobo de Wall Street. No he podido dejar de mirar los seis capítulos en una sola tarde. Lástima que Scorsese ríe de manera exagerada y muchas veces cuando no toca, pero a los genios les podemos perdonar la risa tonta cuando nos ofrecen regalos como este. Fran Lebowitz ha resucitado a Oscar Wilde, y fue él quien dijo «la risa no es un mal comienzo para la amistad».