LA VANGUARDIA
Miércoles, 3 gener
Si un museo quiere estar vivo está obligado a comprar. No basta con conservar y difundir sus fondos. El modelo museístico anglosajón favorece la adquisición a través de una cultura de mecenazgo que el patronato apoya mientras el fisco sabe que el arte es cultura y el lujo es ocio. Lamentablemente esta idea no ha calado entre nosotros.
Los museos compran con dos propósitos: completar sus colecciones y obtener aquello que no tienen. En las adquisiciones de los principales museos del mundo en el 2017 lo que prima es la calidad. En pintura antigua se requiere además certeza en la atribución, singularidad y excelente estado de conservación. Si el Rijksmuseum apostó por un interior de Jean-Etienne Liotard que casa muy bien con sus pinturas del siglo de Oro, Boston adquirió un retrato de uno de los mejores discípulos de Rembrandt, Salomon De Bray. Mientras la National Gallery de Londres apostó por una vista topográfica de Bernardo Bellotto, pintor muy apreciado en tierras inglesas desde que pasó parte de su vida allí, la Getty, más allá del Atlántico, se fijó en un jugoso Watteau que expresa la poética refinada del Rococó, estilo que siempre ha gustado a los ricos americanos que sueñan en París cuando piensan en Europa. Si el Metropolitan de Nueva York con su política de ampliación de las colecciones tribales americanas se ha hecho con una máscara imponente de 1900, el museo de San Francisco ha concentrado sus esfuerzos en el arte afroamericano adquiriendo una tela de Jessy Pettway de los cincuenta.
La fotografía está de moda y da cuenta de ello el retrato de Diane Arbus que ha encontrado su destino final en la Art Gallery Ontario en Toronto y la colección de 12.000 libros de fotografía de la colección Martin Parr que han recalado en la Tate Modern. Dejo para el final las dos compras más espectaculares. El V&A de Londres ha comprado un gorro de lana color frambuesa que perteneció a una de las activistas del movimiento feminista Pussyhat que se manifestó contra Trump. Y el Louvre de Abu Dabi se quedaba con la que ha sido la más mediática adquisición, el Cristo de Leonardo: la publicidad se ha impuesto al connoisseurship.
Artur Ramon