EL PERIODICO
11.12.2017
Vajillas de plata volando. Y candelabros levitando. Así es el resultado de unir lo antiguo y lo contemporáneo. Y de cambiar la etiqueta de aburrido por la de sexi en el mundo de las antigüedades. Ya no vale exponer sillas chippendale y mesas platerescas como si se tratara de decorar el salón de casa. Poco estimulante.
Es mucho más excitante darle la vuelta y abrir una caja de novia toscana del siglo XVI para dejar que salgan disparados, cual explosión, cubiertos, teteras, fuentes, tazas, salseras, cucharones, soperas… El resultado es espectacular. Y luce en la nueva sede de Artur Ramon Art (Bailèn, 19). Espacio de estreno que es mucho más que un cambio de ubicación. Es la transformación de la tradición. Es el 3.0 de las galerías de arte. Y de las artes decorativas.
Tiempo imaginario, que así se llama la exposición, que no muestrario de muebles y enseres con ADN, es la inmersión de la artista contemporánea Pamen Pereira en el fondo de anticuario de la centenaria sala. La creadora gallega aplica su poética a las piezas, buenas ellas, y crea una cosa nueva que tiene magia.
Una idea, la de leer la tradición desde la contemporaneidad, que los responsables de Artur Ramon Art piensan aplicar a partir de ahora para exhibir sus antigüedades. El próximo turno será para los hermanos Santilari. Los dos creadores pondrán siete de sus realistas pinturas sobre los pecados capitales al servicio de las piezas. Y un comisario hará el resto.
PURA MAGIA
En la actual muestra, Pereira ha jugado todos los papeles de la obra. Ha escogido las piezas y ha realizado sus propias instalaciones. ¿Qué mejor que decorar una mesa de refectorio española del siglo XVI con candelabros?
Pues dejar las lámparas suspendidas encima del tablero. Si se tiene la suerte de verlas encendidas, el efecto es brutal.Tampoco deja indiferente ver una de las vitrinas (una vitrina-escritorio, concretamente, tipología rara donde las haya), que en su día ocupó el barroco Palau Moxó, llena de pájaros con cuerpo de resina y alas de plomo. El mueble, uno de los ejemplos más importantes del siglo XVII, es bello per se, pero el revoloteo de las aves pone poética al asunto. Luce junto a un conjunto de sillas chippendale colgadas del techo. Tal cual.
Pero hay más: un corazón de madera policromada en oro que palpita en el interior de un armario provenzal y una escultura del italiano Lazzerini se mira a un espejo de cornamenta tan moderno como renacentista.Aunque la preferencia de los galeristas es la pieza más pequeña de todas: una caja alemana de hierro del siglo XV en la que Pereira ha conseguido meter el mar. Pura magia.