LA VANGUARDIA
Cultura|s, Sábado 7 julio 2018
Jorge R. Pombo (Barcelona, 1973) asegura que la única finalidad que empuja sus proyectos es la búsqueda de la esencia de la pintura. Por ello, ha tenido que imponerse muchas negaciones para librarse de lo accesorio. Lo primero que rechaza es considerarse un artista en el sentido romántico del concepto: “Cuando hablo de un artista me refiero a los grandes –matiza–, mi trabajo es el mismo que el de un pintor de paredes. Soy un pintor sin ideas. La pintura no necesita muletas externas intelectuales”. Y siguen otras muchas negaciones, porque los años que vivió en Nueva York (2010 – 2015) se acercó a los postulados del compositor John Cage o los pintores Robert Rauschenberg y Barnett Newman, para quienes “el vacío también es un concepto” y adoptó “el no concepto como concepto”.
Todo esto se manifiesta, especialmente desde 2005, en una práctica pictórica en la que “me apropio de una imagen que no es mía, que no he decidido yo, con lo que me alejo de la actitud romántica del artista que busca su lenguaje propio”, para a continuación, “mediante un proceso de naturaleza abstracta”, intentar hacer desaparecer las formas y los temas que imponen un significado concreto. Primero, copia las obras de grandes maestros como Guido Reni, Delacroix, Velázquez, Caravaggio y–en su proyecto más reciente– Tintoretto, y después pasa a cubrirlas con disolvente, les pasa un rodillo blanco –“es como hacer tabula rasa”, comenta– o incluso las somete al fuego para que este “actúe como un color”. Pero la intervención nunca llega hasta el punto de dejar la obra irreconocible, porque lo que pretende es hacer “metapintura”, “borro imágenes, afirmándolas a la vez que las elimino”.
Ahora vuelve a Barcelona, cuatro años después de la última ocasión en que pudo verse su trabajo en la ciudad que abandonó en el 2010 porque, como explica, “necesito vivir en ciudades con historias e identidades diferentes”. Primero París, más tarde Nueva York y hoy en Reggio Emilia. En el renovado Espai d’Art Artur Ramon puede comprobarse en qué punto se encuentran sus pesquisas, y allí deja testimonio de las satisfacciones que ha tenido gracias a su complejo pero evidente diálogo con Tintoretto. En el 2013, expuso por primera vez sus trabajos sobre el Milagro de San Marcos en la veneciana Scuola di San Cristoforo dei Mercanti, en el Campo Madonna dell’Orto. Posteriormente, la muestra viajó a la Galleria Stefano Forni de Bolonia y al Wallraf Richartz Museum de Colonia.
En septiembre participará en los actos oficiales de celebración del V centenario del nacimiento de Tintoretto en Venecia, donde sus variaciones sobre la Matanza de los inocentes se mostrarán junto a la obra original en la Scuola Grande di San Rocco. La exposición coincidirá también con la 58.ª Biennale, en el 2019. |