Hay un mundo que no puede ser percibido por los sentidos ni los conceptos y que, sin embargo, es tan real como el mundo visible; es un mundo arquetípico, intuitivo y transindividual, habitado por otras energías más sutiles. Creo que el arte se maneja descubriendo el vínculo entre la materia y esas energías sutiles, y la imaginación es una puerta para ello. Para rastrear esa aparente transferencia de energía hay que tener en cuenta que hay acontecimientos, universos desconocidos, que ocurren en una dimensión que trasciende el tiempo y el espacio. Nada existe por separado ni desconectado de lo demás, la gran realidad de la vida lo abarca todo, sin exclusión; libre en su movimiento, pero absolutamente interdependiente.
Si pudiéramos por un instante sentir que todo y todos formamos parte de algo tan grande y complejo, abriríamos muchas barreras a nuestra capacidad de interpretar el mundo y resultaría mucho más fácil establecer relaciones entre las cosas, por disparatadas que puedan parecer. Entonces nos sentiríamos como peces que salen de la pecera y descubren el inmenso océano.
El arte se mueve en un campo ilimitado, también en un tiempo ilimitado: pasado, futuro, presente, todo está a su alcance. El tiempo está presente en la idea de la muerte, la impermanencia y la transformación sin fin, igual que en la idea de génesis, de crecimiento y regeneración nada es permanente, salvo el propio cambio y la continua transformación; todo lo sólido se desvanece en el aire. El tiempo es también espacio, y solo la unión de ambos puede representar una realidad. El Tiempo imaginario nos permite ver la dimensión temporal como si fuera espacial, y en él podemos desplazarnos hacia atrás o hacia delante, a la derecha o a la izquierda, como si nos moviéramos en el espacio.
El Tiempo imaginario no se refiere a la imaginación o a algo inventado, en el sentido de «irreal». Se trata de un concepto derivado de la mecánica cuántica y se utiliza para describir modelos del universo en la física cosmológica, modelos en los que no hay límites ni singularidades espaciotemporales (singularidades: áreas del universo donde las leyes conocidas de la física no son aplicables). Si visualizamos el «tiempo normal» como una línea horizontal, con el pasado a un lado y el futuro al otro, el tiempo imaginario sería una perpendicular a esta línea, como un «tiempo vertical». Igual que en la física los números imaginarios corren perpendiculares a los números reales, simplemente el tiempo imaginario se encuentra en una dirección distinta respecto del tiempo que experimentamos cotidianamente.
En aquest escenari indissoluble d’espai–temps es manifesta un món constituït per la diversitat: cada pedra, cada planta, cada animal i cada persona són meres formes d’una substància comuna que, agitada per l’emoció, és susceptible de transformar-se en quelcom diferent. El món tangible i sensible no és res més que el pòsit residual d’una llarga progressió de graus cada cop més subtils de la matèria, la manifestació de la gran cadena de l’ésser. Bergson deia que la realitat última solament és comprensible per intuïció.
Tot es pot transformar en formes noves, tan sols hem de desfer la compacitat aparent de totes les coses; sembla que això ho va entendre fàcilment Ovidi a les Metamorfosis.
En ese escenario indisoluble de espacio–tiempo se manifiesta un mundo constituido por la diversidad: cada piedra, cada planta, cada animal o cada persona son meras formas de una sustancia común que, agitada por la emoción, es susceptible de transformarse en algo diferente. El mundo tangible y sensible no es más que el poso residual de una larga progresión de grados cada vez más sutiles de la materia, la manifestación de la gran cadena del ser. Bergson decía que la realidad última solo es comprensible por intuición.
Todo puede transformarse en nuevas formas, tan solo tenemos que disolver la compacidad que aparentan tener las cosas; eso parecía comprenderlo con facilidad Ovidio en las Metamorfosis.
Cuando prestamos suficiente atención, la fuerza de lo presente nos eleva más allá de nuestra propia contingencia, y cualquier elemento, por cotidiano que sea, puede ser «metamorfoseado» en objeto poético o ritual. En este sentido, me gusta decir que mi trabajo es como el de una chamán que proporciona alimento espiritual o poético, o como el de un alquimista que juega con arcanos vitales. Creo que la práctica artística debe mover energía. En realidad, la vida es mi gabinete de trabajo, y soy muy consciente de cómo un pequeño gesto puede dar vida a la materia, y cómo una emoción puede alterar incluso un código genético.
Esta nueva coordenada de Tiempo imaginario me resulta muy útil a la hora de trabajar con estos objetos poderosos que se han movido en la historia del espacio–tiempo sin que el tiempo se haya adherido a ellos. Siguen existiendo en el momento presente y mantienen plena contemporaneidad gracias a la excelencia con la que fueron realizados y conservados. Trasladan a este momento las cosas que aparecieron y perecieron ante ellos y, paradójicamente, con su aparente «inmortalidad» nos transportan a lo mortal.
El sentimiento de lo pasajero atrae a su opuesto, la permanencia. Y para superar la frágil consistencia del instante, rescatamos esa idea del eterno retorno.
La plena conciencia de lo efímero es lo que mejor nos habla de eternidad.
Pamen Pereira
Desde 1986 su obra ha sido presentada en galerías españolas e internacionales como Palazzo Pinucci y Galleria Via Larga (Florencia), Palacio de Senado (Madrid) y Recent Gallery (Sapporo, Japón), y ha expuesto en diferentes museos del mundo, como ahora el Palacio de la Ópera de El Cairo o el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires…
Presenta obras que se mueven entre el dibujo, la pintura, la escultura y la instalación. Su proceso de creación, que generalmente se fusiona con la experiencia vital, está estrechamente vinculado a la naturaleza, de la que extrae la mayor parte de sus imágenes. Sin abandonar la soledad del taller como lugar de reflexión y estudio, en los últimos años su obra se centra en las instalaciones y las intervenciones artísticas site specific en lugares públicos y privados, como un reto en cuanto al carácter social del arte y el papel del artista en la sociedad.