En la obra de silvia hornig (Marktredwitz, Alemania, 1962), el principio de todo es la música, y la música está con la pintura, y la pintura es música. Vibraciones, cadencias, contrapuntos y ritmos conviven dentro de los espacios pictóricos creados por la artista alemana, que en esta exposición mantienen una conversación atemporal con un conjunto extraordinario de paisajes de artistas catalanes o inspirados por el paisaje mediterráneo de finales del siglo XIX y principios del XX. Un diálogo sin estridencias, natural, en el que los cielos, el mar, las montañas y la tierra de los paisajes conecta con la abstracción sonora de hornig. Manchas, colores y veladuras hermanadas más allá del espacio-tiempo.
Fragmento del texto de Montse Frisach
El procés pictòric parteix de dins, d’un so; em “visita” un color que després porta els seus companys, altres colors, de vegades en forma de taca concreta, de vegades aigualit. Aquest món interior té les seves pròpies “lleis”, no hi ha gravetat, ni temps, però certament sí que hi ha canvi constant. Mitjançant moltes capes de color es genera una vibració, una ressonància, el tritó, una tècnica molt “clàssica” que crea profunditat.
silvia hornig
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Los colores, las manchas y la luz son los conectores que van uniendo las obras de hornig con los paisajes, un género que no sin razón, en su libro sobre el paisajismo catalán, el historiador del arte Francesc Fontbona califica categóricamente como “el género pictórico más importante de la pintura catalana moderna”. Sin duda, no se trata de una definición exagerada. Es una afirmación especialmente significativa cuando nos referimos al período de tiempo que va de mediados del siglo XIX hasta la década de los años 20 del siglo XX, en el que el paisaje es un territorio ideal para que los pintores desarrollen sus principales inquietudes formales y donde la evolución de la propia disciplina pictórica se hace más patente.