Varias esculturas de Laura Lio rivalizan o, mejor dicho, están en consonancia con la arquitectura de los pájaros. Expresamente lo están las que toman la forma de nidos o de colonias de nidos, por cuyas galerías se adentra nuestra imaginación para prestar atención a un equivalente del «rumor ajetreado» al que alude Jorge Luis Borges en El Aleph, dado que es seguro que existe entre los pájaros. El conjunto de tres esculturas grandes, confinadas –como panales– con hexágonos, también compete a la arquitectura animal, para proteger y cobijar. Pero Laura Lio descarta el provecho del caparazón cuando el modelo de su escultura es la arquitectura humana, como en la casa atravesada por el árbol.
«En los dibujos de hojas sobre papeles grandes, más que dibujos existen ofrendas. Una es carnosa, otra frágil. Una vibra, la otra tiembla; ambas son reveladoras. La hoja de papel pugna en ambas por abarcar íntegramente la hoja vegetal, y lo consigue. Con el canto de un mirlo la ofrenda sería, si fuera posible, aún más ensalzada.»
Javier Arnaldo