David Ortega | 1 jun 2023 | La Sexta
El principado de Liechtenstein ha creado el primer mercado de valores de obras de arte. Venderá cuadros de artistas de renombre, como Francis Bacon o Van Gogh en acciones. Sus accionistas ganan el valor que adquieran, pero no podrán quedarse con la obra.
‘Tres estudios para un retrato de George Dyer’. Es una de las obras maestras de Francis Bacon, pintor británico con 584 pinturas y más de 600 dibujos, que el próximo 21 de julio saldrá a Bolsa, como si de una empresa se tratase. En palabras del galerista Artur Ramón, permitirá «comprar una parte» de este cuadro.
No es que se vaya a cortar en trozos, sino que el 70% del capital de su obra se pondrá a la venta en acciones por valor de unos 100 dólares cada una. Una iniciativa que arranca en Liechtenstein con Francis Bacon y que seguirá con otro cuadro de Vincent Van Gogh, aunque aún no se conoce exactamente cuál será.
La iniciativa viene de la mano de la familia real de Liechtenstein, que busca sacar a bolsa toda su colección de obras de arte, sin perderlas de su patrimonio.
¿Qué ganan los dueños?
A primera vista, poder seguir disfrutando del valor estético de la obra. La familia en ningún momento perderá la propiedad del cuadro en sí.
Esto, para el director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas, Raymond Torres, podría suponer una «merma de su patrimonio». Al mismo tiempo, «ganan liquidez».
¿Y los accionistas que adquieran esos títulos?
Aquí, Raymond Torres, va un paso más allá. Asegura que al ser «el precio de mercado de esos 100 dólares por acción, estaría por debajo del valor real de esos bienes, por lo que se podría revalorizar». Lo que significa que sus accionistas obtendrán un beneficio en primera ronda.
Pero para Torres, «la cuestión es más a largo plazo». Es decir, que aquellos que «compren las acciones en segunda ronda, veremos si podrán revalorizar aún más esos títulos». Para él, todo dependerá de las condiciones de este nuevo mercado.
Sin embargo, a Torres le preocupa el tipo de acciones que se ofertan sobre el capital de ese cuadro, que son de clase B, «es decir, que tienen menos derecho de propiedad que las acciones de clase A, que presumiblemente estarán en las manos de los propietarios».
Esto, para Artur Ramón, que es director de la galería de arte Artur Ramón Art, supone un elemento diferenciador del mercado del arte más tradicional, ya que sus accionistas «no van a poder tener este cuadro en sus casas. Estos cuadros van a estar en museos, o en otras colecciones públicas, o privadas».
Además, al no tratarse de una empresa, esa obra de arte tampoco aportaría al accionista «dividendos, puesto que no producen». En definitiva, Torres concluye que el beneficio por esta operación puede ser «muy limitado».
«Esto tiene poco que ver con el arte», sentencia Artur Ramón. «Tiene mucho que ver con la especulación, pero tiene poco que ver con el arte». La persona que adquiera alguna de estas acciones, solo podrá esperar a que el valor de este cuadro se revalorice, ya que según Ramón, «las obras de grandes maestros, pueden llegar a tener una revalorización anual de un 10%».