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Biografia
Procedente de una familia humilde de campesinos, desde muy joven descubrió el arte del dibujo gracias a su vecino Francisco Tió, que fue tipógrafo. A sus catorce años empezó a trabajar en el taller de Manuel Marqués, el pintor decorador más prestigioso de Tortosa. A principios de los años 1880 se trasladó a Barcelona, donde siguió trabajando como pintor de paredes en el taller de Joan Parera, mientras que en su tiempo libre se dedicaba a la pintura de caballete. En la Ciudad Condal entabló amistad con los artistas Eliseu Meifrén, Josep Lluís Pellicer y Ramiro Lorenzale. Sus obras de juventud se caracterizan por una dedicación preferente al paisaje, en particular vistas ribereñas cargadas de dulce lirismo.
En 1884 Gimeno fue a Madrid a estudiar a la Escuela Superior de Bellas Artes con Carlos de Haes, maestro del paisajismo y compañero de excursiones para pintar al natural. El realismo romántico e idealizado de las telas muestra la influencia de su maestro. El pintor aprovechó también su estancia en Madrid para visitar asiduamente el Museo del Prado, donde hacía copias de los maestros, entre los que admiraba particularmente a Velázquez, Ribera y Murillo.
Regresó a Cataluña tres años después. Con Modest Urgell, viajó a Torroella de Montgrí y estableció una relación de mecenazgo, aunque modesta, con Ramon Call. En 1888 se casó con Caterina Massaguer. Según sus biógrafos, a partir de entonces el artista cambió de personalidad, comenzó la fase de agitación interior que le caracterizó toda la vida y le condujo a rechazar la protección de diferentes benefactores y, finalmente, a la auto marginación.
Recién casado, Gimeno se estableció en Barcelona, donde vivió en constante precariedad económica con sólo el sueldo de decorador, sacando horas de sueño para pintar. Sin embargo, en la década de 1890-1900, considerada su época "eufórica", su pintura logró la plena madurez, con un lenguaje plástico y un realismo expresivo que revelan la influencia de Velázquez. Durante aquellos años, el artista siguió dedicándose a la pintura de paisajes de la Costa Brava y, sobre todo, de Torroella. A través de las telas interpreta una naturaleza universalmente hermosa y perfecta, revelando así su visión panteística del mundo. También trabajaba las escenas de interior, especialmente los retratos y autorretratos, el otro género preferido del artista.
La espiritualidad y la austeridad de su carácter hicieron que la figura de Gimeno no fuera apreciada adecuadamente por el público barcelonés de la época, incapaz de entender la dureza de sus obras, los temas proletarios y la pincelada fuerte, considerada sin sensibilidad y refinamiento. A pesar de no apoyar a las multitudes, Gimeno tenía un círculo de admiradores que, por iniciativa del pintor Ignasi Mallol, organizaron su primera muestra individual en la Sala Dalmau de Barcelona en 1915. Esta retrospectiva, de carácter vindicativo, va hacer que por primera vez Gimeno viera reconocida su labor artística, y obtuvo un discreto éxito de crítica. También fue la ocasión para el reencuentro con su amigo de la infancia, el doctor Francesc Bedós, que a partir de entonces contribuyó económicamente para facilitar las campañas pictóricas del artista en Sabadell, Sóller (Mallorca, 1916), Girona, Begur y Tarragona.
Hasta entonces desvinculado del mercado artístico, Gimeno empezó a presentar su obra en galerías y exposiciones oficiales. Participó en el Salón de Otoño de París en 1920, y en la exposición de arte catalán de la Sociedad Nacional de Bellas Artes de Lisboa en 1921, e individualmente en la Real Academia de Sabadell. También la Sala Parés organizó, en 1925, una exposición de homenaje, pero su reconocimiento no culminó hasta después de su muerte, en 1927.