Parece increíble pero Barcelona nunca le había dedicado una gran exposición a Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936), el más importante de los pintores figurativos españoles, maestro del realismo y según dice el tópico, aunque no por ello menos cierto, quien mejor ha retratado el cielo de Madrid, su espléndida y nítida luz mesetaria, sus nubes y hasta su polución. “Una isla maravillosa dentro del océano del arte español dominado por lo abstracto”, en palabras del galerista Artur Ramon.
De los 17 a los 87 años
La Pedrera salda esta deuda histórica con una retrospectiva que recorre 70 años de carrera y reúne un centenar de óleos, esculturas y dibujos del artista de Tomelloso donde están todos sus temas-obsesiones: lo doméstico, las paisajes urbanos, las naturalezas muertas y la figura humana. La excepcional muestra podrá verse hasta el 14 de enero y lo primero que se encontrará el visitante es una escultura en forma de cabeza de niña en el hall de entrada de la Pedrera (no, no es un ‘plensa’) de 800 kilos, ‘Carmencita’, una nieta de López, un rostro de bebé lleno de ternura que es parte del encargo que le hizo Renfe tras los atentados de Atocha. López, de 87 años estupendamente llevados, afirma encontrarse en forma (ya no le duele la espalda) y se confiesa muy satisfecho con una muestra en la que se encuentran desde sus primeros cuadros, hechos a los 17 en Tomelloso, hasta piezas no acabadas en las que plantea seguir trabajando, como su primer paisaje barcelonés.
No ha sido fácil reunir el centenar de obras de López, un artista con poca obra, de producción lenta, metódica y muy minuciosa; capaz de acudir a la misma localización a la misma hora durante 15 años para retratar, por ejemplo, ‘Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas’, pintado entre 1990 y 2006, o sus legendarias vistas de la Gran Vía madrileña, en cuyas cartelas se especifica la hora a la que López sacaba sus pinceles: los hay de las siete y media de la mañana y otros de las 10.15h, un detalle que lo dice todo sobre lo muy en serio que se toma la luz.
«España está poco pintada»
La austeridad y sencillez de López al vestir (sus humildes chaquetas una talla demasiado grandes son ya marca de la casa) es la misma que late en sus lienzos, donde el silencio, la quietud y lo cotidiano brillan en cuadros que retratan su lavabo, las sobras de la comida o un conejo desollado en un plato de Duralex. “Lo interesante ocurre cerca de ti y solo tienes que saber mirarlo. Mis cuadros son una experiencia personal, no un documento”.
López confiesa que nunca ha entendido por qué se ha prestado tan poca atención a la realidad y lo cotidiano. “España está poco pintada”, dice al recordar sus excursiones de juventud al Prado, donde no encontraba las mismas respuestas que en el arte clásico griego o maestros como Durero, “el primero que se dio cuenta que merecía la pena pintar una flor y el bichito que sube por el tallo. ¿Por qué no fue un español? Aquí siempre nos hemos creído que el hombre es el centro de la creación y eso ha hecho mucho daño”.
Su primer retrato de Barcelona
En la exposición hay también varios dibujos de otra de sus obsesiones: los membrillos. A López le encantan los árboles frutales en general y los membrillos en particular porque la fruta aguanta mucho en la rama. Los planta en sus casas, vive rodeado de ellos, y es una verdadera lástima que no se haya podido llegar a un acuerdo para que algún fragmento de ‘El sol del membrillo’-que además este 2023 cumple 30 años con el regreso al cine de su director, Víctor Erice- haya podido estar en La Pedrera.
Sí que está, sin terminar, el cuadro que empezó a pintar en Barcelona en enero de 2022, cuando se plantó con su caballete, un anorak y un gorro en la entrada del Mnac, para regocijo de curiosos y visitantes del museo. López explicó que piensa volver a Barcelona en los meses de solsticio a terminar ese lienzo, en el que ya están perfiladas las cuatro columnas del paseo Lluís Companys y Collserola. También contó que esos días empezó otro cuadro desde un edificio cercano al Park Güell con la perspectiva contraria, de la montaña hacia el mar, donde saldrá la Sagrada Família. Madrid ha sido con diferencia la ciudad que más ha retratado el de Tomelloso, pero en los últimos años ha empezado a pintar distintos cuadros de Barcelona, Sevilla y Bilbao.
En las distancias cortas López es cercano, genuinamente curioso y encantador (que no adulador), pero como todos los grandes, no es del todo inmune a la polémica. Hay dos que le acompañan siempre: una es el famoso retrato de la familia real, que tardó dos décadas en terminar. “¿Que cómo es retratar a los poderosos? Eso habría que preguntárselo a Goya”, afirmaba este jueves mientras recordaba lo difícil que fue conseguir una buena fotografía de los reyes y sus tres hijos para trabajar en el encargo de Patrimonio. Les acabó invitando a su casa y todos menos la infanta Cristina pasaron una calurosa tarde de julio refrigerada con horchata, sentados en unas sillas diseñadas por su amigo Oscar Tusquets que todavía conserva.
La otra piedra en el zapato es el histórico ninguneo del Reina Sofía. Corría el año 1993 cuando Antonio López expuso por última vez en el principal museo español dedicado al arte moderno, que acaba de comprar dos lienzos suyos (aunque de momento no los ha expuesto). ¿Tiene España un problema con los artistas figurativos? “Los museos son un reflejo del gusto de sus directores o dueños. En el Prado está lo que les gustaba a los Austrias y los Bornones. No está Vermeer, por ejemplo. Elegir lo que se compra y se ve es el trabajo de ellos, yo no puedo decir nada. Decidlo vosotros”.