31 enero 2023 | Gonzalo Moncloa | El País
La galería Artur Ramon de Barcelona reúne hasta finales de febrero piezas provenientes del monasterio de Sant Pere de Rodes. Cuatro han sido adquiridas por la Generalitat de Cataluña por 250.000 euros
Cuando el anticuario Sergi Clavell observó aquella cabecita de marmol, de forma angulosa y ojos pronunciados, con la mirada bien abierta, supo que se encontraba ante algo extraordinario. Fue a mediados de 2020, poco después del gran confinamiento, en una casa cercana al municipio ampurdanés de Selva de Mar, en Girona. No era la única pieza. Pronto, la dueña de la vivienda le mostró otros dos elementos que habían llegado a sus manos, legados por un pastor sin descendencia, amigo de la familia: parte de los pies de un relieve y un fragmento de vestimenta. Habían sido encontrados a principios del siglo XX, en las inmediaciones del milenario monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, no muy lejos de donde se encontraban. Eran restos de uno de los pórticos monacales, presa de expolios y saqueos desde hace dos centurias. Vestigios en la obra de un artista anónimo al que, solo recientemente, se conoce como el Maestro de Cabestany.
“Fue el azar”, deslizó en algún momento del relato Clavell, historiador del arte y medievalista de formación, mientras caminaba por la galería barcelonesa Artur Ramon hace unos días. Se estaba inaugurando la exposición Maestro de Cabestany. Destellos de mármol (Calle de Bailén, 19), que hasta el 24 de febrero exhibirá ocho piezas del artista medieval, pertenecientes en su mayoría al pórtico occidental del cenobio benedictino. Las tres piezas que él adquirió, según destaca, “nunca se habían visto públicamente”. Pocas veces, además, se han reunido tantos originales provenientes de esta obra fundamental del Maestro de Cabestany (o del tímpano de Cabestany, nombre que recibió por aquel fragmento escultórico –uno de los mejor conservados– que descansa en la localidad francesa homónima).
Uno de los objetivos de la exposición es volver a repensar la imagen que pudo haber tenido esta parte del monasterio. “El portico siempre ha sido un misterio: pese a toda la importancia que se le ha dado, no hay ninguna imagen de conjunto”, continuó el anticuario. El proyecto de reconstrucción lo empezó a finales de los años noventa Jaume Barrachina, uno de los grandes expertos en el Maestro, que hizo un esbozo de cómo sería el pórtico. A ello contribuyeron los cuatro fragmentos que él pudo reunir a lo largo de su vida. Desde 2020, tras la muerte del investigador, los restos son custodiados en el museo del que este fue director, el de Castillo de Peralada (Girona), que los ha cedido a la galería para la ocasión. La exposición está dedicada a la memoria de Barrachina.
Quien continuó con las indagaciones fue la investigadora Laura Bartolomé, que ya había documentado en su tesis doctoral de 2010 los tres fragmentos adquiridos por Clavell. Otro de ellos, una cabeza del pórtico que solamente había sido exhibida una vez en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) en 2014, fue obtenida por el anticuario Albert Martí Palau, que junto a Clavell y a Artur Ramon se unieron para proyectar esta nueva exposición. De este modo, se ha podido proponer una nueva actualización de la imagen del pórtico occidental de Sant Pere de Rodes, algo posible gracias a las piezas halladas.
Ejemplo de ello es el fragmento de los pies de relieve antes mencionado. Este permitió realizar una hipótesis –propuesta por Bartolomé en su tesis– que es “muy plausible”, apunta Manuel Castiñeiras, experto en historia y arte medieval, en un nuevo catálogo con motivo de la exposición. Según argumenta, existen motivos históricos, evangélicos y también estilísticos. Este estudio (preparado junto a Jordi Camps, ex responsable del área medieval del MNAC que comisarió aquella exposición del 2014) sugiere que la pieza en cuestión puede representar una escena evangélica en la que una mujer que sufría hemorragias desde los 12 años se curó tras acercarse a Cristo, en medio de una multitud, según se describe en el evangelio de Marcos.
La obra también pone al día aquello que se sabe del Maestro, trazando mapas de sus viajes –desde Cataluña hasta la Toscana, pasando por el Languedoc francés–; de la quincena de instituciones a nivel mundial que ahora custodian sus obras, así como de las influencia que ejerció en su tiempo.
Fue el propio Castiñeiras quien calificó a este artista como “el Picasso del siglo XII”. El galerista Artur Ramon comenta que esto se debe a que el escultor “asimila la tradición, sobre todo la del mundo paleocristiano y grecorromano, y la transforma de una manera inaudita”. Las características del escultor, además, “son muy propias, como la forma tan clara de delimitar los ojos, como si fueran globos, o el particular trabajo técnico en la configuración de la anatomía”. Pronto destaca el relieve –también perteneciente al pórtico– denominado La aparición de Jesús a sus discípulos en el mar, en el Museo Frederic Marés de Barcelona, como una pieza “fundamental” para entender el mundo del escultor.