El Periódico, Natàlia Farré
Las salas de arte mantienen su programación habitual y suman los rituales de la temperatura, la mascarilla, el gel y la distancia.
«No hemos de caer en el derrotismo. Hay que saber encontrar, en las nuevas circunstancias, la forma de darle la vuelta a la situación y sacarle provecho. No va a ser fácil y hay que trabajar, pero hay espacios dónde agarrarse para salir adelante». Palabra de Carlos Durán, cabeza visible de la Galería Senda. Entre estos espacios está el giro general por el retorno a lo cercano. La apuesta por el kilómetro cero. También en el arte. A ello hace referencia Mònica Ramon, presidenta del gremio, ahora reconvertido en Galeries d’Art de Catalunya, y codirectora de la sala Artur Ramon Art: «Hemos de ser capaces de poner las galerías de moda y que vuelvan a ser un punto habitual de encuentro entre los barceloneses». En el volver está el quid de la cuestión. Pues lo dicho, hace mucho, pero no tanto. que en Barcelona acudir a las galerías era un acto social. No había que ser un experto en arte ni aspirar a coleccionista para pasear por ellas. Acudir en familia a la histórica Sala Gaspar o a la Sala Parés era de lo más natural.
Apostar por lo local y también por lo digital. En la pantalla han tenido un flotador muchas galerías durante el confinamiento y la posterior nueva normalidad. Adaptarse o morir. La selección natural también afecta al mundo del arte. «La pandemia se ha vivido de muy diferente manera entre los que tienen una buena comunicación on line y los que lo fían todo a la visita. Entre los que siguieron trabajando y los que se quedaron bloqueados», apunta Àlex Nogueras, codirector de la galería Nogueras Blanchard y presidente de Art Barcelona, la otra asociación que agrupa a las salas de arte.
Capear el temporal
Entre las dos entidades suman una sesentena de agremiados. Ninguno ha cerrado, pero sí ha habido ertes. «Es como en una gran tormenta, muchas veces el barco pequeño puede capear mejor el temporal que el grande, que es más difícil de maniobrar». La comparación la hace Joan Anton Maragall, patrón de una de las grandes, la decana Sala Parés. La suya, además, ha notado la caída del turismo. «En Barcelona también hay un turismo cultural, que ama el arte y se mueve por las galerías». Además, la Sala Parés debe capear con el desierto en el que se ha convertido el Gòtic sin foráneos y con un montón de persianas bajadas.
La aversión, y a veces imposibilidad, del personal a viajar y el miedo a las aglomeraciones también han golpeado a las galerías. Muchas ferias se han suspendido, y muchas salas de Barcelona nutren parte de su negocio en ellas. Aunque el mercado internacional resiste: «Sigue vivo porque muchos países no están tan mal como estamos nosotros y llevan la pandemia con más naturalidad, de manera que los coleccionistas de estos países no tienen la presión y la angustia existencial que se vive aquí», sostiene Durán. También resisten los precios: «Las subastas son las que marcan el pulso y resultados y valores de artistas consagrados, consolidados e históricos se han preservado», afirma Jordi Mayoral, de la galería homónima.
Lo que no resisten son las ventas, aunque su caída va por barrios. Hay galeristas que las rebajan hasta un 70% respecto al mismo periodo del año pasado, otros afirman que han bajado poco. La disparidad de per directamente relacionada con la discreción del sector a hablar de lo pecuniario. Aunque hay quien lo tiene claro: «Quien diga que la pandemia no nos afecta es que se ha fumado algo ilegal».
En lo que coinciden todos los galeristas es en mirar al futuro con el temor que depara la incertidumbre, pero con ganas de plantar cara a la situación. A lo Winston Churchill. Durante la segunda guerra mundial y en un contexto con problemas para abastecer al Ejército británico, el Consejo de Ministros propuso al premier más famosos de la historia recortar (o eliminar) el presupuesto de Cultura para reasignarlo al Ministerio de Guerra. Churchill lo tuvo claro: «Si sacrificamos nuestra cultura, ¿alguien me puede explicar para qué hacemos la guerra?». Y en eso andan los galeristas: en salvarse ellos y el arte. No en vano de su buen hacer depende todo un ecosistema creativo.
La consigna de los galeristas es seguir adelante como en cualquier otra temporada. Así que habrá apertura a lo grande, la Barcelona Gallery Weekend (el fin de semana del 17 al 20 de septiembre) y ya hay exposiciones en marcha. «Hay ganas de cultura. Las cosas han cambiado, la gente ahora valora más lo que tiene en casa», apunta Carlos Duran, de la galería Senda. Y los hechos le dan la razón. O se la dieron el pasado jueves. El día en cuestión hubo inauguración. Y colas. Algo harto difícil en el contexto local. Pero ahí estaban las vivas composiciones de Peter Halley y las livianas esculturas de Carla Casacales esperando pacientemente ser vistas por el público que aguardaba gel en mano, mascarilla en boca y distancia en cuerpo.
El mismo protocolo se siguió en la Sala Parés donde, también el jueves, debutaban Gorka García Herrera y su Ad Aeternum, una fantástica serie pictórica sobre las numerosas propuestas utópicas del ser humano y su reflejo distópico en la sociedad contemporánea. Hubo pintura y conversación metafísica entre el artista, la novelista Cristina Morales y el poeta Javier Vicedo Alós. Y hubo público. Así que será cierto que hay hambre de cultura.
Pero también hay miedo a salir, o eso temen los galeristas. Así que lanzan todos el mismo mantra: «Si la gente entra al súper, con más razón debería entrar en una galería, donde no se toca nada, no hay hordas y se puedes gozar de exposiciones que abren la mente y transportan emociones», defiende Àlex Nogueras. De la misma opinión es Joan Anton Maragall: «La cultura es segura. Las galerías y las instituciones culturales no son focos de propagación. Seguimos todas las medidas dictadas por el Procicat de forma taxativa porque nos va la vida en ello».
La guinda de otoño
Tras la Barcelona Gallery Weekend vendrán las rutas organizadas para visitar las salas de arte durante octubre y noviembre. La guinda de otoño tendrá aspecto de feria y festival Loop. El acontecimiento internacional más importante del videoarte mantendrá su agenda presencial hasta el último momento. Pasar a un encuentro on line es la última opción. Aunque reducirá convocatoria y ampliará espacio. Este año la feria ocupará el Museu d’Història de Catalunya en lugar de la planta de un hotel. Y el festival seguirá todas las medidas anticovid.