Ingrid Guardiola indaga en la herida abierta que causan los dispositivos tecnológicos, capaces de manipular nuestra vista, mientras Artur Ramon lanza un alegato por salvar del olvido obras claves de la cultura catalana
Dos ensayos, Les obres mestres de l’art català, del anticuario y divulgador de arte Artur Ramon, y L’ull i la navalla, de la productora y realizadora audiovisual Ingrid Guardiola, nos permiten comprender el tiempo que vivimos; un tiempo en el que la tradición, de dónde venimos, es ignorada y lo nuevo, dónde estamos y hacia dónde vamos, no se alcanza a comprender. En el film El perro andaluz de Luis Buñuel vemos como él mismo coge una navaja de afeitar y corta el ojo de una mujer, Simone Mareuil.
La imagen nace del sueño, del juego, de la ocurrencia, del humor y se fija en el espectador evocando una doble idea: la poderosa fuerza de la imagen en sí misma, que no podremos olvidar, y la certeza de que, tras ese corte, dejaremos de ver. La reiteración del motivo del ojo como representación del voyeurismo, del deslumbramiento, de la ceguera, del vacío, en la filmografía de Buñuel nos advierte de comportamientos que han culminado en el siglo XXI con el voyeurismo a través de la superficie/ventana de las pantallas.
El ensayo culturalista de Ingrid Guardiola(Girona,1980) nos adentra a comprender cómo está constituida la nueva navaja que está recorriendo nuestros ojos sin que lleguemos a percatarnos. Guardiola indaga en esta herida abierta que están produciendo los dispositivos tecnológicos, capaces de manipular nuestros ojos como lo haría un experto cirujano. Su propuesta permite recuperar lugares comunes de la crítica sobre el impacto de la sociedad de la imagen. Roland Barthes, Jean Baudrillard, Theodor W. Adorno, Paul Virilio o Maurice Blanchot son protagonistas referentes de este ensayo, citados por su autora para establecer un recorrido critico y lúcido sobre el precio que estamos pagando al haber renunciado a nuestra capacidad crítica en el plano virtual. Guardiola plantea la cuestión de la servitud voluntaria ante el poder de los estados, de las multinacionales de la comunicación y de las redes sociales que están dominando los algoritmos, la información e incluso el afán narcisista de aquellos que son ajenos a esta realidad y se muestran en las redes pensando que son ellos creadores de imágenes.
La fuerza de su relato,crítico y apasionado, radica en haber sido capaz de mostrar con precisión que vivimos en un nuevo régimen virtual autoritario y que no somos plenamente conscientes de que día a día aumenta y se
consolida nuestra dependencia. Una buena parte de la población, como señala la autora, está a punto de cruzar la frontera que supone pasar más tiempo en contextos virtuales que en los reales. La denuncia se culmina
ofreciendo una salida liberadora a la dictadura de las imágenes, de la cultura de la interficie y de la sobre exposición del yo en las redes que no conduce a ninguna parte.
La salida es retomar nuestra capacidad de acción ante el carácter alienante del tiempo virtual que se nos ofrece como nuevo paraíso. Si, tras leer el ensayo de Ingrid Guardiola abordamos la propuesta de museo imaginario de Artur Ramon (Barcelona,1967), nos encontraremos ante otro tiempo cultural donde lo importante no es la inmersión en lo que está ocurriendo sino en nuestra capacidad de contemplar lo que vemos ante nuestros ojos. Dedicar tiempo a aquello que estamos mirando. Si André Malraux nos ofreció un museo imaginario del mundo, Artur Ramon lo hace del arte catalán. La esencia de un crítico u observador del arte no sólo se encuentra en lo que dice sino en cómo lo dice. Es en la forma, apasionada y mesurada, de Artur Ramon al contar la historia de una obra y el autor donde advertimos el fervor, la fe que siente en lo que nos está relatando; es la forma lo que nos conmueve.
El ensayo/visita guiada de Artur Ramon a través del arte catalán desde la edad media hasta nuestros días es un viaje a través del tiempo y un decidido alegato por salvar del olvido y la indiferencia toda una serie de obras y autores que han construido nuestra identidad cultural. La pasión de Artur Ramon por el arte es el punto de arranque de toda su exposición. El museo que proyecta está dominado por el diálogo fructífero entre el pasado y el presente, relacionando entre otras la obra Las constelaciones de Miró (1939/1941) con el Tapiz de la Creación(XI); la Mare de Déu de Bellpuig de les Avellanes de Bartomeu de Robio (siglo XIV) con La señora Canals de Picasso (1905); la obra Cala Sant Vicenç de Joaquim Mir (1902) con Arrajatabla de Miquel Barceló (2009).
En el viaje que nos propone encontramos también la mirada crítica de Artur Ramon ante la falta de sensibilidad de las instituciones catalanas, a lo largo de la historia, porque no han sabido, podido o querido conservar en Catalunya algunas de las principales obras de las que hace referencia. La crítica a las instituciones se centraen no haber sabido conservar el legado de autores y obras que han sido olvidadas, como la encendida defensa de Artur Ramon de los notables autorretratos de Frances0c Gimeno, o que han sido poco valoradas, a veces por prejuicios, como es el caso de Josep Maria Subirachs.
Cuando finalizamos la lectura del ensayo, tras contemplar la luz prodigiosa de Joaquim Mir y la pintura primitiva moderna de Miquel Barceló, como si reviviéramos los prodigios que observa un visitante de las pinturas rupestres de la cueva de Lascaux, advertimos que podemos luchar contra la indiferencia si nos arriesgamos a volver a mirar.