Desde que descubrí El gatopardo nunca he dejado de interesarme por Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Mieditora, Clara Pastor, me recomendó el cuento El profesor y la sirena, un homenaje a la inteligencia y la sensualidad, un cuento que relaciona el mito con la fantasía. Lampedusa no tuvo éxito en vida y El gatopardo fue rechazado por prestigiosas editorial es mientras a su autor le diagnosticaban un tumor que no le permitiría verlo publicado. Llega ahora de la mano de Acantilado Viaje por Europa. Correspondencia (19251930), una selección de cartas que el autor siciliano mantiene con sus primos, Casimiro y Lucio Piccolo, mientras recorre Europa como un dandy.
Entre las jugosas páginas llenas de juegos eruditos y sexuales, me divirtieron especialmente las que dedica a sus intentos por vender un juego de porcelanas de Sèvres en Londres. Se reúne con expertos e historiadores del arte –“tratar con los ingles es siempre da gusto: son corteses y expeditivos, y su aparente estupidez es sólo inmensa e irrefrenable timidez”– que le aconsejan cómo venderlo. Es curioso observar como todos ellos le desaconsejan que acuda a los anticuarios porque cobran las tasaciones. Recalca la mala práctica (común aún hoy) de cobrar un porcentaje de la tasación y de esta manera hinchar el valor de las colecciones para percibir más honorarios. Mientras leía esta correspondencia, recordaba mis tiempos de estudiante en Londres, donde en Sotheby’s nos pasabamos la tarde escrutando porcelanas que no me interesaban nada. A Lampedusa tampoco le interesan, sólo el dinero que puede sacar como le pasa a los que heredan obras y se deshacen de ellas.
El porqué de la devaluación de ciertas antigüedades está en la perfecta combinación de desafecto por las piezas y fácil salida en las subastas. Y los anticuarios, especie globalmente en extinción, son agentes residuales,
muchas veces mal etiquetados como personajes siempre sospechosos, los últimos guardianes del mundo de ayer. La última vez que estuve en Palermo visité el cementerio de los Capuchinos. Tras una verja de hierro hay una lápida de mármol donde yacen los restos de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, principe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro, en el mismo lugar donde él mismo hace reposar a su príncipe Fabrizio de Salina en su Gatopardo. Cierro los ojos y veo la elegante figura de Burt Lancaster bailando con Claudia Cardinale entre espejos dorados que reflejan porcelanas de Sèvres en la casa de campo de Donnafugata.