Los científicos advierten que el oso polar puede desaparecer en cincuenta años si continuan reduciéndose al ritmo actual las placas del Ártico. Lo mismo pasará con los coleccionistas de arte si el contexto cultural no cambia. El coleccionista hoy es una especie en extinción por la falta de un ecosistema idóneo. Si el oso necesita placas estables de hielo en el Ártico, el coleccionista necesita una cultura fuerte que lo sustente. El descredito del pasado, el déficit de una educación visual, la revolución tecnológica, que prima lo instantaneo en detrimento de lo reflexivo, Internet substituyendo la información por conocimiento, un simulacro de democracia que prima lo económico y lo social y reduce el arte a lujo y no a cultura, el mundo audiovisual y la publicidad repleta de imágenes efímeras, son algunas de las causas de la agonía del coleccionismo . La gran diferencia que nos separa de los países anglosajones es que allí el arte es cultura, los museos son gratuitos (el turismo es fundamentalmente cultural), la fiscalidad trata las cuestiones artísticas como patrimonio cultural y funciona el mecenazgo. Gracias a esta política la capital del mercado del arte es Londres.
La palabra coleccionar viene del latín colligo que significa atar. Una colección no es más que objetos atados a través del gusto. Uno empieza coleccionando de manera compulsiva y con el tiempo se vuelve más reflexivo; el coleccionismo es un proceso de filtración, de depuración que va de la cantidad a la calidad, de lo abstracto a lo concreto. El pasado 28 de mayo el gran mecenas y coleccionista norte-americano Leonard Lauder de la famosa dinastía de cosméticos Estée Lauder,- recientemente ha donado su colección de pintura cubista al Met- en una conferencia que dio en Caixaforum invitado por Arte y Mecenazgo explicaba que solo compraba una obra de arte aplicando la doble “r”: right and real ( de origen impecable y autentica) y la triple “o”, es decir, cuando ante una pieza él y su familia exclamaban: “oh, oh my, oh my Good!!!” la adquirían. Días después, el 2 de junio, el profesor Jaime Barrachina en una ponencia en la Universidad de Barcelona en un master sobre coleccionismo comparaba las diversas especies de coleccionistas con las raíces de las plantas: nunca hubiese sido capaz de asociar la colección de la reina Isabel II de Inglaterra con una raíz adventicia.
El coleccionismo está en un momento de plena de transformación como una metáfora de nuestra propia civilización. Sabemos que hay un mundo antiguo que se va acabando y que llega uno nuevo que no sabemos como será. Vivimos en un paisaje con monumentos en ruinas como una vista de Piranesi. Más vale aplicar las máximas de los clásicos para no deprimirnos: “ni nostalgia del pasado ni esperanza en el futuro” decía Seneca. Cicerón entendía su biblioteca como un jardín del alma. Una colección es lo mismo. Dejemos que la curiosidad sea nuestro jardinero.